Por: Gabriela Rivadeneira Burbano, directora Ejecutiva de IDEAL
Cuando miles de niños y niñas vuelven a las calles o a la mendicidad por falta de educación; cuando la gente se muere en las puertas de los hospitales o abandonados en sus casas por falta de médicos y de medicina; cuando los agricultores y campesinos migran del campo a la ciudad por falta de atención al agro y al desarrollo rural; cuando miles de profesionales emigran por falta de oportunidades laborales; y cuando la pobreza y la miseria llegan a indicadores nunca antes vistos en la historia republicana del país, es entonces, cuando nos enfrentamos a la total decadencia del sistema neoliberal liderado por un banquero presidente.
La ausencia de políticas públicas y de un sistema integral de protección social sólo aumenta la desigualdad social, imposibilitando que la población tenga condiciones y oportunidades mínimas para la vida digna; frente a ese abandono social y ausencia del aparataje del Estado y de sus instituciones, el territorio ecuatoriano se ha convertido en un campo de batalla.
La crisis sostenida y la cotidianización del sicariato, de las extorsiones, feminicidios, robos y asaltos a mano armada, muertes en las cárceles y suicidios, nos han convertido en el segundo país más inseguro de la región. Pasamos del país que ama la vida al país donde el 42% de su población quiere migrar al exterior, es decir más de siete millones de habitantes. Atravesamos además el momento de mayor emigración, inclusive más alto que la ola migratoria del 99, producto de la dolarización y del feriado bancario; en ambos momentos tiene participación el actual presidente Guillermo Lasso.
¿Coincidencia? En política nada es coincidencia, quien no cree en lo público lo extermina y con ello, extermina la posibilidad de desarrollo con mirada integral, la posibilidad del Buen Vivir y la vida misma de su pueblo. La minimización del Estado violenta la democracia, violenta derechos humanos, violenta la vida, violenta al otro; y la salida no es la represión social ni los falsos positivos ni el libre porte de armas ni el terror de Estado ni la estigmatización de la pobreza ni la visión inmediatista. La salida está en la recuperación del Estado como el primer cuidador y protector de toda la sociedad, no bajo la mirada asistencialista y clientelar de quienes han hecho de la caridad un estilo de vida, sino del Estado cuidador como fuente de protección social, de oportunidades, el Estado como garantista de derechos, como redistribuidor de la riqueza y protector de las soberanías y el desarrollo nacional: ese es el Estado que necesitamos.
En vez de que un gobierno se jacte de tener una reserva internacional de 6.000 millones de dólares en un banco suizo, debería retornar capitales públicos y privados para el pago de la altísima deuda social, para poner en marcha una urgente recuperación del Estado y empezar a paliar la grave crisis de inseguridad que viven las familias ecuatorianas.
Mientras sigamos comandados por gobiernos neoliberales, la realidad del país no cambiará. Urge un cambio, y no de rostros, sino de modelo de desarrollo. Urge la construcción de un modelo posible, de un modelo construido entre todos los sectores de la sociedad, un mandato popular y nacional para un país digno y a la altura de las presentes y futuras generaciones ecuatorianas.
Este articulo fue publicado originalmente en Nodal