Por: Soledad Buendía

En la encrucijada de la sociedad contemporánea, la libertad de expresión y el derecho a la rectificación o respuesta emergen como pilares fundamentales que sostienen el diálogo democrático. Estos derechos, si bien aparentemente independientes, entrelazan sus destinos en una danza delicada, donde la armonía depende de la comprensión de sus límites y el respeto a los códigos éticos que guían el intercambio de ideas. Exploraremos la relación intrínseca entre la libertad de expresión y el derecho a la rectificación, destacando su dependencia mutua y subrayando la importancia de los límites y el respeto a los códigos éticos para promover la tolerancia y equidad en el pensamiento.

La libertad de expresión, consagrada en numerosas constituciones y declaraciones de derechos humanos, se erige como el cimiento de una sociedad democrática. Este derecho implica la capacidad de manifestar ideas, opiniones y pensamientos sin temor a represalias. Sin embargo, como toda libertad, su ejercicio conlleva responsabilidades. La libertad de expresión no debe convertirse en un pretexto para la difamación, la calumnia o la propagación del discurso de odio.

En el tejido de la libertad de expresión surge el derecho a la rectificación o respuesta, actuando como un contrapeso esencial. Este derecho concede a aquellos afectados por información inexacta o perjudicial la oportunidad de corregir el registro público. En la medida en que la libertad de expresión permite la diversidad de voces, el derecho a la rectificación fomenta la corrección y la justicia en el discurso público.

La relación entre la libertad de expresión y el derecho a la rectificación es compleja y, en ocasiones, conflictiva. La libertad de expresión puede ser terreno fértil para malentendidos y desinformación, dando paso a la necesidad de la rectificación. Sin embargo, es crucial equilibrar la rectificación para evitar que se convierta en una herramienta de censura. La danza intrincada entre ambos derechos demanda un delicado equilibrio, donde la corrección no menoscabe la libertad de expresión ni viceversa.

La promoción de la tolerancia y equidad en el pensamiento requiere la delimitación clara de los límites de la libertad de expresión. El respeto a la dignidad humana, el derecho a la verdad, eliminar la difamación y el rechazo al discurso de odio son imperativos éticos que definen estos límites. Los códigos de ética, tanto en el periodismo como en otras formas de expresión pública, se erigen como guías esenciales para mantener una convivencia armónica entre la libertad de expresión y el derecho a la rectificación.

En la intersección de la libertad de expresión y el derecho a la rectificación, se forja el carácter de una sociedad democrática. Reconocer la dependencia mutua de estos derechos y respetar los límites éticos constituyen la base para promover la tolerancia y equidad en el pensamiento. En esta era digital, donde las palabras viajan con velocidad y alcance nunca antes vistos, la responsabilidad individual y colectiva se vuelven cruciales. En última instancia, la sociedad que aspira a la verdadera libertad de expresión es aquella que entiende y valora la responsabilidad que conlleva, y donde el derecho a la rectificación es el anhelo de una conversación pública justa y equitativa.

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