Por: Daniela Pacheco
Al día de hoy, el patriarcado sigue gozando de excelente salud con aprendices perfectamente sanos y conscientes. Así como las luchas feministas que también continúan fuertes y avanzando. Que si duele encontrar esos aprendices entre las filas de la izquierda, por supuesto, pero tampoco sorprende. Alberto Fernández no será el primer falso aliado ni el último en usar al feminismo y a sus militantes para sus cochinos fines. Como dice Cristina Fernández de Kirchner, “la misoginia, el machismo y la hipocresía, pilares en los que se asienta la violencia verbal o física contra la mujer, no tienen bandera partidaria y atraviesan a la sociedad en todos sus estamentos”.
Una causa por violencia de género contra Fabiola Yáñez fue convertida en un espectáculo farandulero, cuya responsabilidad, como ha sucedido en otros casos, fue achacada a las mujeres, a las políticas, y a las feministas, a quienes les reclamaban responder por los actos de su coideario o amigo.
No importa cómo ni cuándo, la culpa siempre resulta ser de las mujeres; por no denunciar, por denunciar “tarde”, por no sospechar si sus compañeros son violentos. Como si tuviéramos que responder por algo, cuando somos nosotras, las propias mujeres, las que debemos empujar siempre al sistema para que aplique la perspectiva de género. Puro oportunismo barato, no les importan las mujeres, les importan sus cinco minutos de fama.
Rápidamente el foco pasó a otras mujeres; a las “posibles” relaciones extramaritales del exmandatario, que si entraron a Olivos, que si no; que qué mujeres podían saber lo ocurrido y por qué; y se vino la aplicación del feministómetro a las mujeres peronistas, es decir, minimizar la violencia de género ejercida por Fernández con más violencia de género a cualquier mujer relacionada de cualquier manera con su círculo. La cosificación, el hostigamiento, las campañas de odio, las amenazas y la misoginia fueron, irónicamente, las mejores herramientas que encontraron para “condenar” lo sucedido con Yañez.
Tal ha sido la farandulización de un tema tan serio como una denuncia por violencia de género, —en la que tienen gran responsabilidad los medios de comunicación—, que han contribuido al Gobierno de Javier Milei en su permanente campaña de odio contra los feminismos y el desmantelamiento de las políticas de igualdad y género en Argentina. Milei ha señalado la “hipocresía” de los feminismos y la de Fernández, a quien define como un presidente que construyó una burocracia alrededor del tema de género que en realidad “no servía para nada”.
Ni hablar de la constante revictimización de Fabiola Yañez en los medios, que para nada contribuye a hacer justicia en su caso, ni mucho menos a la concientización de la problemática. No era necesario ver las imágenes para creer en su testimonio; creer en la palabra de la víctima es una lucha de los feminismos, que el tiempo y los hechos avalan.
Lastimosamente, hay quienes todavía creen que los feminismos les restan votos, incluso dentro de la propia izquierda. Claro, eso es más fácil que enfrentarse al patriarcado que persiste en todos los partidos políticos y dar la discusión sobre cómo enfrentar esa violencia. Reducir la agenda feminista al aborto no solo es insuficiente, sino mediocre.
Incluso, se llegó a decir que el fracaso del peronismo en la última elección se debió a que las luchas de las mujeres no eran “tan importantes” y que alejaron votantes. Se les olvidó que Fernández terminó su gestión con un balance negativo del 80 %.
Lo del autoproclamado “primer presidente feminista” que resultó ser un violentador debe ser un llamado de atención a todos los partidos políticos, no solo en Argentina, sino en la región, para plantear discusiones serias al interior de estos espacios sobre estos temas.
Finalmente, varias colectivas en Argentina que advirtieron que el fraude que resultó ser Fernández y el uso que le dio a sus causas no demerita las luchas de las mujeres, señalaron con mucha sabiduría que “los feminismos no se manchan”, y tienen mucha razón.
Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad de su autora.