Por: Daniela Pacheco @DanielaPachecoM | Colaboradora IDEAL
Esta columna fue publicada originalmente en diario Milenio
Como si continuáramos en la Guerra Fría, Estados Unidos desarrolló una Cumbre de las Américas para refrendar esas viejas inercias y en la que decidió quién era lo suficientemente americano y digno de ser invitado, excluyendo a Nicaragua, Venezuela, y por supuesto a Cuba, al que cree su eterno caballito de batalla. El gran fracaso de la política estadounidense se refleja precisamente en la Cumbre.
Estados Unidos no tomó el pulso de la región antes de cursar las invitaciones (si es que en algo le importaba), en el que predomina el rechazo al bloqueo y el embargo comercial a Cuba y a las marginaciones en espacios interamericanos. Algunos aseguran que el intento de “boicot”, —como si se tratara exclusivamente de eso—, del presidente Andrés Manuel López Obrador fracasó, pues sólo tres mandatarios, él, Luis Arce y Xiomara Castro, estuvieron ausentes, mientras que otros como Alberto Fernández y Gabriel Boric asistieron, a pesar de su inconformidad respecto a las exclusiones. Sin embargo, los temas discutidos sólo necesitaban oyentes y no protagonistas; no se trató de un diálogo entre iguales sino de un comité de aceptación con poquísimos resultados.
En un evento de este nivel se hubieran esperado, no grandes avances, pero sí al menos algunas luces en temas definitorios como pobreza, migración, cambio climático o por lo menos de redefinición del papel de organismos regionales como la Organización de Estados Americanos (OEA), que más que de integración parecen de alineación. Aun cuando personajes como el presidente de Argentina y el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, emprendieron discusiones de fondo sobre el papel de organismos como la OEA o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los resultados generales del encuentro fueron pobrísimos; ni siquiera la misma prensa estadounidense les dio gran relevancia.
Por ejemplo, en materia de desarrollo, Estados Unidos anunció la entrega de US$1.900 millones en ayuda, sumados a los US$1.200 millones que se dieron a conocer en diciembre pasado en compromisos del sector privado para promover el desarrollo económico y frenar la migración en el denominado Triángulo del Norte. Así, el plan para Centroamérica y la migración está fundamentalmente basado en las acciones de las empresas privadas y no del propio gobierno de ese país. Cabe enfatizar que lo verdaderamente sustancial en las cumbres interamericanas son los acuerdos que puedan establecerse en los intercambios bilaterales o multilaterales, previamente discutidos en su esencia, para su posterior concreción en la formalidad durante los eventos. Si bien los pronunciamientos de las y los primeros mandatarios siempre tendrán un mayor impacto mediático, la realización de políticas públicas a mediano y largo plazo buscan trascender los ciclos electorales domésticos.
Aun así, esta Cumbre nos deja en perspectiva varios asuntos: el vacío y la inutilidad de un próximo encuentro en los mismos términos, como si desde México para abajo fuéramos meros espectadores; lo insostenible del bloqueo a la isla y de 61 años de una Guerra Fría que sólo existe en la cabeza de nuestro vecino del norte; y el creciente y necesario liderazgo de México en una América Latina que sólo hasta 2018, con la llegada de López Obrador, volteó nuevamente a ver.
Vale la pena resaltar que paralelamente y a manera de una contracumbre, también en la ciudad de Los Ángeles, se desarrollaba la Cumbre de los Pueblos por la Democracia, en la que se dieron cita representantes de un amplio espectro de fuerzas progresistas de las Américas: sindicalistas, indígenas, movimientos campesinos, defensores de derechos humanos, entre otros. “Es la hora de los pueblos”, se subrayó durante este encuentro.
Estamos frente a una gran oportunidad de actuar frente al penoso papel de organizaciones como la OEA o de mecanismos como la Cumbre de las Américas, fortaleciendo otros como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) que sí reconocen a los pueblos latinoamericanos en pie de igualdad y en el ejercicio pleno de su soberanía. Ojalá y México siga en este impulso integrador.