Esta columna fue publicada originalmente en Milenio.

Si pudiéramos resumir la primera vuelta presidencial en Colombia en una sola palabra sería cambio. Sin embargo, no siempre los cambios son positivos. El pasado 29 de mayo, las y los colombianos le dijeron no al continuismo, al sistema político tradicional y a las élites conservadoras del país, pero sobre todo le dijeron no a Álvaro Uribe Velez y a su candidato Federico Gutiérrez, aunque el uribismo no se vaya a dar por vencido tan fácilmente en esta elección.

Desde finales de los años noventa, con el recrudecimiento del conflicto armado, no se veían semejantes niveles de pesimismo e inconformidad; el 85% de la gente cree que el país va por mal camino y el actual presidente, Iván Duque, roza el 74% de desaprobación.

Gustavo Petro, histórico líder de la izquierda y quien se ha perfilado como el candidato favorito a lo largo del proceso electoral, obtuvo una votación de más de 8 millones y medio de votantes, que representa el 40,32%, mientras que su contendor Rodolfo Hernández, la sorpresa del balotaje, se quedó con el 28,15%.

Con la figura del outsider, sin partido político, del que no le obedece ni le debe nada a nadie —sólo al dinero—, de empresario millonario que no necesita robar, se coló en la segunda vuelta. Hernández, más conocido como El Ingeniero, y quien bien podría ser definido como el Trump colombiano: clasista, aporofóbico, misógino, xenofóbico, violento, con una riqueza de procedencia dudosa e ignorante sobre los temas básicos del Estado, pero que cuyas características que parecieran importadas no lo son tanto.

Hernández Suárez logró convocar el hastío ciudadano frente la política tradicional con un discurso muy simple y no polarizante: “Mírenme a los ojos que yo no miento”, “La corrupción es el cáncer de Colombia”, “Soy una persona que ha trabajado al sol y al agua durante 52 años como usted para tener algo de comodidad”, “Le vamos a llevar la papita al campesino”, son algunas de las frases con las que le habla a las y los colombianos, especialmente a quienes no llegan a fin de mes con las cuentas y a los que la política monetaria y fiscal y las reformas tributarias poco les importa o las entiende, o que temas como el feminismo o la eutanasia le son completamente ajenos.

Hernández saltó a la escena pública nacional con una propuesta casi única de conformar una Liga Anticorrupción, pese a tener actualmente un proceso en contra, precisamente por corrupción, al haber celebrado indebidamente un contrato de consultoría para beneficiar a un particular, cuando era Alcalde de Bucaramanga, una ciudad intermedia de Colombia.

Rápidamente, a tres horas de los resultados de la elección, el candidato del uribismo, Fico Gutiérrez, aceptaba su derrota y le pedía a sus votantes apoyar a Hernández en segunda vuelta. También lo han hecho otras figuras de la derecha, que no dan por perdida esta batalla y que se pondrán del lado de quien sea con tal de que Petro no sea presidente.

Si bien no se trata de una suma directa de los votos de Gutiérrez al polémico candidato, no se requiere mucho cálculo político para suponer que la mayoría de los votos de la derecha se irán con Hernández, así no los esté pidiendo. Si no es Hernández, será Petro y ni el uribismo ni los partidos tradicionales están dispuestos a permitir que la izquierda gobierne Colombia. Sería la primera vez en su historia, después de cinco intentos en los que todos los candidatos fueron asesinados.

Pese a que el Ingeniero ha rechazado públicamente los apoyos del uribismo, esto no quiere decir que no vaya a contar con ellos, pues los necesita. ¿De qué otra forma podría garantizar gobernabilidad si no tiene un solo congresista? ¿Qué senador o representante a la Cámara lo va a apoyar? ¿Cómo piensa llevar a cabo su incipiente plan de gobierno?

La segunda vuelta se asoma con grandes dificultades para el Pacto Histórico que tiene el gran reto de comunicar mejor y en un lenguaje menos tecnocrático sus propuestas alrededor de temas como las pensiones y la transición minero energética, que causaron pánico en algunos sectores, inclusive ciudadanos, en contraposición con las propuestas simplistas de Hernández. Aunque haya que hacerlo, de poco servirá destapar al candidato machista, misógino y corrupto; sus votantes están cansados de la política tradicional y el uribismo, pero siguen siendo de derecha.

La clave de estas próximas tres semanas está en movilizar a las y los abstencionistas y a quienes se identifican como “moderados”. No hay ninguna duda de que el candidato más estructurado, con más experiencia y con el mejor programa de gobierno por mucho es Gustavo Petro Urrego, pero no siempre los pueblos se decantan por el mejor perfil; cosas lamentables de las campañas. Por el bien de mi país espero que esta vez no sea el caso.

@DanielaPachecoM

2 Comentarios

  1. Aquí un ecuatoriano que espera que los colombianos no cometan el mismo error que nosotros. Un 11% que le falta a Petro si es posible, tengamos esperanza que el pueblo va a ser sabio.

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