Por Soledad Buendía, colaboradora IDEAL

La Vicepresidenta argentina Cristina Fernández enfrenta nuevamente un proceso judicial como parte de una larga persecución política impulsada por la derecha de ese país que no le perdona que afectara sus privilegios y defendiera los derechos del pueblo y de las grandes mayorías. Desde diciembre de 2015 ha sido víctima de decenas de investigaciones y procesos judiciales, acusaciones sin pruebas ni sustento, escuchas ilegales, hostigamiento judicial, así como violaciones al debido proceso y a las garantías constitucionales.

Solo una de estas causas, la denominada “Vialidad”, ha llegado a la instancia de un juicio oral y público.

Causas fraguadas y juicios viciados se llevaron adelante en mayo del 2019, casualmente un mes antes de las postulaciones para las elecciones presidenciales. Hoy, nuevamente cerca del proceso electoral, se retoma este caso, la Corte rechaza los recursos y las pruebas presentadas por la defensa y falla sin argumentación jurídica y con lenguaje ofensivo, como ya se había sentenciado en los titulares de prensa.

Los procesos contra Cristina han tenido amplia cobertura de mediática, los alegatos de fiscales, acusadores, embargos, desafueros, allanamientos e intervenciones de sociedades, han sido trasmitidos en vivo, pero para el ejercicio del derecho a la defensa se prohíbe la transmisión en medios de comunicación para evitar la manipulación a la opinión pública.

Jueces y fiscales utilizados como instrumentos de persecución y proscripción, pero con un ensañamiento particular que incluye violencia política en razón de género.

Los ataques por ser mujer recuerdan el odio y los insultos a Eva Perón, como el grito de ¡Viva el cáncer! a su muerte, y ahora el “hubiera sido enterrada junto al faraón”, como acostumbraba el antiguo Egipto, en alusión a la muerte del presidente Néstor Kirchner, clara utilización de estereotipos de género para disminuir, minimizar y discriminar. A la misoginia se suma el ataque organizado y planificado con pedradas y bombas de pintura para intimidación en el despacho de la vicepresidenta en el Congreso Nacional.

Persiguen y buscan proscribir a la mujer presidenta que se atrevió a cuestionar los roles socialmente asignados por el sistema patriarcal, no solo por ser una dirigenta política sino por ser MUJER. Insultos sistemáticos de actores políticos y periodistas con carácter diferenciado, basados en elementos de género para anular su imagen y denigrarla son justificados socialmente como parte del debate.

Fotomontajes contra sus hijos, estigmatización, ofensas e injurias en redes sociales y cuestionamientos armados mediáticamente han sido el pan de todos los días para la actual vicepresidenta argentina.

Al más puro estilo de una película de terror y actuando como “partido judicial”, la justicia argentina aplica el guión, mientras Cristina Fernández, valiente y digna, sigue defendiéndose y luchando. Sin embargo, no está sola al defenderse; nos defiende a todas las mujeres y nos identifica con su lucha.

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