El odio político y la violencia fascista, alimentados por políticos extremistas, son una amenaza para la democracia en América Latina. Condenar intentos de golpes de estado ya no es suficiente.
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El odio político y la violencia fascista, alimentados por políticos extremistas, son una amenaza para la democracia en América Latina. Condenar intentos de golpes de estado ya no es suficiente.