Por: Raúl Noblecilla, abogado del presidente Pedro Castillo Terrones
El 7 de diciembre de 2022 Pedro Castillo Terrones, el maestro rural nacido y crecido en uno de los lugares más pobres del Perú, en donde subsistir es ya una proeza, anunciaba desde su despacho presidencial la disolución del Congreso de la República , la reorganización del sistema de justicia y la instauración de un gobierno de emergencia excepcional. El presidente intentaba una última defensa en favor de la democracia y el respeto a la voluntad del pueblo ante una fascista derecha que tuvo siempre como único objetivo, arrancarlo del poder mediante cualquier oscuro plan.
Aquel día de diciembre el presidente Pedro Castillo tenía que acudir al Congreso para afrontar una tercera moción de vacancia bajo el absurdo supuesto de una incapacidad moral permanente. Lo único que pretendía el Congreso, de clara orientación fascista y cuyas bancadas de derecha reúnen a lo más abyecto de la política nacional, era quebrar al poder ejecutivo, salir del incómodo Pedro Castillo y transitar en la recuperación del poder a favor de ellos y de sus intereses de grupo.
No importaba nada ni nadie para la consecución de los siniestros objetivos de la derecha y para ello, desplegaron todos sus esfuerzos y maldades en contra del gobierno y de la democracia. Vale recordar que desde el triunfo electoral del presidente Castillo y antes de que juramentara y asumiera la presidencia constitucional de la República, estos sectores antidemocráticos, contando con el apoyo incondicional de los medios de comunicación y de los bufetes de abogados más “prestigiosos” de la capital, pusieron en marcha el primer plan que era desconocer el triunfo electoral del presidente de izquierda denunciando un inexistente fraude, todo con la finalidad de abrirle puerta a la hija del criminal y ex dictador Alberto Fujimori, la candidata Keiko Fujimori, derrotada por el maestro rural. Este primer intento no funcionó, pues encontró la resistencia de la razón y del pueblo que dejó en claro que estaba dispuesto a defender su voluntad frente a los que siempre la han despreciado.
El 28 de Julio de 2021, Pedro Castillo Terrones el candidato de la izquierda se convirtió en el presidente de todos los peruanos y prometió cumplir con las expectativas que el pueblo le había confiado, teniendo en el llamado a una Asamblea Constituyente que conduzca a superar la constitución neoliberal impuesta por la dictadura de los 90, el motivo más importante en razón de que las reivindicaciones sociales y económicas a conseguirse, solo popían estar sostenidas por una nueva constitución de carácter humanista y solidario.
Comenzaría entonces el asedio por una oposición claramente enemiga, dispuesta a todo por separar a la izquierda del gobierno. La guerra estaba declarada y ahora solo quedaba equivocarse lo menos posible e ir intentando, más que consolidar el gobierno, la recuperación del poder ya que éste seguía como sigue hoy, en manos de de los que siempre se han reclamado como sus únicos y legítimos dueños: las elites económicas. No basta con llegar al gobierno si no se cuenta con el poder.
Los esfuerzos del gobierno, su acercamiento con los sectores relegados y excluidos fueron una constante. Como nunca antes el Palacio de Gobierno era la casa de la democracia, en donde se recibían a gremios, sindicatos, campesinos, obreros, empleados y todo un conjunto de pueblo construyendo su propio destino. Los ministerios atendían los reclamos y se buscaba con diálogo soluciones bajo una política horizontal de democracia participativa. Había esperanza y pueblo.
Lo que no se tenía y se sabía que era un imposible, era una tregua por parte de la derecha que no soportaba la posibilidad de ver consolidar un gobierno de tendencia popular. Ellos sentían una amenaza a sus posiciones económicas y de clase, teniendo entonces que destruir la idea y la posibilidad, siendo el único objetivo el derrocar al presidente y una vez logrado, detentar el poder desde el Estado.
A la insistencia de poner siempre en duda el triunfo electoral de la izquierda, la oposición sumó otras maquiavélicas acciones, valiéndose de su posición de control del Congreso para desde ahí promover entre otros actos hostiles, las mociones de vacancia en contra del presidente. La utilización y la presión de los medios de comunicación bajo el total control de los grupos de poder defendidos por la derecha, cumplieron un rol importante brindando total respaldo tanto al Congreso de la República como a una fiscalía de la Nación desprovista de imparcialidad y dedicada a la apertura de investigaciones penales por supuestos delitos en contra del presidente Pedro Castillo y de su entorno de confianza tanto en lo político como en lo familiar.
Era de fácil lectura que el lawfare se convertía en la estrategia. Con el abusivo e injusto uso del sistema de justicia mediante la práctica de procesos legales se buscaba perseguir, doblegar y eliminar al adversario político y así sucedió. Las persecución contra los líderes de sociales y de la Izquierda y en general, contra todo ciudadano considerado un estorbo para la consecución de sus miserables planes, tuvo su mayor escalada. La prensa llenaba sus portadas con mentiras, la Fiscalía ampliaba su espectro, denunciando y deteniendo arbitrariamente al solo mérito de una sospecha. Por su parte, el Congreso presionaba para conseguir que congresistas cambien su orientación en los votos y conseguir los necesarios para la vacancia. Todo quedaba listo y condicionado para el asalto del poder por parte de ellos.
Bajo este clima de incertidumbre y claro atentado contra la democracia amaneció aquel día 7 de diciembre en que el profesor Pedro Castillo Terrones debía asistir en horas de la tarde para afrontar esa tercera moción de vacancia, pero finalmente y al tener el información que el plan de golpe de estado se concretaría de todas maneras, el presidente prefirió, como último gesto de valiente resistencia, llamar a la instauración de un gobierno de emergencia. Su llamado no tuvo el eco esperado ya que los golpistas se habían preparado mejor y contaron con alianzas y traiciones, que finalmente terminaron su detención y dieron paso a que el Congreso, sin respetar ningún cauce formal ni legal, nombrara a Dina Boluarte como presidenta de lo que es un gobierno usurpador al que la inmensa población repudia.
Un gobierno dictatorial que se ha dedicado a reprimir y asesinar a un pueblo que reclama la renuncia de la usurpadora, el cierre del congreso fascista, el adelanto de elecciones generales y la convocatoria a una asamblea constituyente. Un pueblo politizado que no solo defiende su poder soberano sino que es capaz de dar la vida por sus ideales y hoy desde los lugares más alejados y pobres de la patria vienen movilizándose y llegando a la distinta Lima capital para ser escuchados y respetados.
A pesar de lo triste que es ver caer a más de medio centenar de compatriotas en manos de este gobierno asesino, debemos estar convencidos de que superaremos este atroz presente. Como el gran filósofo Antonio Gramsci apuntaba con esperanza, los tiempos claroscuros en donde reinan los monstruos son el preludio de la claridad. Una patria soberana y democrática en donde todas las voces sean escuchadas está por llegar.