Por Soledad Buendía

Las nuevas realidades latinoamericanas traen al debate la acción política e incidencia de los feminismos y su impacto en los procesos de transformación. El feminismo nace como una crítica al sistema social que desvaloriza a las mujeres generando desigualdad; surge como un grito desde la opresión; cambia, se transforma y evoluciona de manera dinámica. Acompañadas de la profundidad reflexiva de Elizabeth Gómez Alcorta, feminista popular y ministra de la mujer de Argentina, propondremos algunas respuestas a interrogantes que desde la militancia del progresismo nos hacemos.

Múltiples abordajes son posibles, Gómez Alcorta parte de la afirmación que “el sistema capitalista neoliberal refuerza las violencias, las desigualdades de género y profundiza la crisis social”; estamos inmersos, subraya,  en una “crisis civilizatoria en medio de nuevas pesadillas que redoblan el control sobre los pueblos y sobre los territorios, no en todos con el mismo énfasis, especialmente los cuerpos racializados y feminizados son objeto de control”; profundiza en las causales estructurales que producen estas desigualdades en lo político, económico y cultural, también motivados por constructos sociales determinados. En el entendido que son construcciones sociales, se pueden cambiar. Para ello es necesario generar “alternativas sistémicas que sean capaces de enamorar, en un tiempo de disputa”.

El feminismo popular es una vertiente del feminismo que surge como una alternativa anti sistémica que desarrolla un concepto propio de feminismo al reconocer las luchas históricas del movimiento y situarlas en la realidad latinoamericana. Combina, en la conceptualización de la problemática de las mujeres, la lucha de clases con la lucha por cambiar los roles de género opresivos. En ese sentido, el término popular relaciona la condición de mujer en situación de pobreza asociada al cambio social: desde y con el pueblo.

La discusión acerca de la posición de la vertiente popular dentro del feminismo giraba principal, pero no exclusivamente, en torno a dos posiciones: por una parte, algunas autoras argumentaban que las reapropiaciones de los roles de género tradicionales implicaban el reforzamiento de la explotación y subordinación de las mujeres en el contexto de las políticas neoliberales; por otra parte, otras autoras entendían ese reforzamiento como un resultado de la participación política de las mujeres, la cual desempeñó un papel significativo en la construcción de espacios de oposición política y social en contra de regímenes autoritarios en los cuales las mujeres en situación de pobreza desarrollaron sus agendas políticas (Arango y Puyana 2007).

Para Gómez Alcorta los feminismos populares son proyectos políticos integrales que tienen herramientas importantes para pensar proyectos sistémicos como el concepto de interseccionalidad que nos lleva  a hablar de opresiones y de privilegios y de cómo estos se multiplican de manera diferente. Los feminismos populares son antineoliberales, denuncian y evidencian las desigualdades y buscan modos de relaciones humanas sin dominaciones ni exclusiones.

Elizabeth Gómez Alcorta afirma que es importante redimensionar los procesos de resistencia, pues el feminismo popular encarna un proyecto emancipatorio al proponer una real transformación social y política, al reconocerse como sujetos políticos colectivos situados en la historia a realidades y resistencias latinoamericanas. Es así como se dan las asambleas feministas (2003) en Bolivia, por ejemplo, procesos sociales que construyeron su propio camino: el feminismo comunitario, para hacerle frente a un sistema patriarcal y colonial.

Para ilustrar esta identidad propia, que permite repensar la realidad, retomamos las palabras de Lorena Cabnal “Vivir en un cuerpo y en el espacio territorial comunitario las opresiones histórico-estructurales creadas por los patriarcados sobre mi vida, al igual que sobre la vida de las mujeres en el mundo, me ha llevado a escribir y repensar la historia y la cotidianidad en que vivo…” Podemos seguir debatiendo y seguro lo seguiremos haciendo, pero hoy no cabe duda que los feminismos son capaces de poner en crisis al sistema al cuestionarlo desde su raíz, al poner en el debate y visibilizar las diversas opresiones de género, de clase, de etnia, para pensar en la construcción de agendas en clave de género con miradas interseccionales y avanzar en alternativas de acción política transformadora.

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