Este miércoles 30 de noviembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que viajará a Perú el 14 de diciembre para realizar la reunión en la que entregará la Presidencia Pro Tempore (PPT) de la Alianza del Pacífico (AP) al presidente Pedro Castillo, quien no pudo salir del país por negativa del Congreso y las disputas locales. Una señal sin duda muy positiva de un presidente que ha viajado en contadas ocasiones al exterior y que por primera vez estará en América del Sur. 

El escenario actual de la AP está marcado por intereses convergentes a nivel económico y geopolítico entre México, Perú, Chile y Colombia. Por primera vez en la historia de la AP, los cuatro jefes de estado vienen de la izquierda, con más o menos matices. Los triunfos más recientes de Gabriel Boric y Gustavo Petro, y posteriormente de Lula Da Silva, le dan un nuevo aire a las alianzas latinoamericanas. 

La clave de los organismos regionales verdaderamente consolidados es trascender su naturaleza económica y avanzar hacia una mayor integración en otros aspectos. El pronunciamiento conjunto de los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Boric, desde México, respecto a los siguientes pasos a tomar, marca el inicio del relanzamiento de la AP con un respaldo político muy considerable. 

Por primera vez, se vislumbra una posibilidad de trascender los aspectos económicos que tampoco han tenido grandes resultados hasta el momento. Durante la PPT de México ejercida en 2022, “impulsó junto con sus socios temas como la protección del medioambiente y la adaptación al cambio climático, la inclusión laboral de jóvenes, la paridad de género y la promoción del bienestar, logrando una era más social y ciudadana en el marco de la Alianza del Pacífico”, según las palabras del Director General de Organismos y Mecanismos Regionales Americanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, Efraín Guadarrama. 

En el escenario anterior, el mecanismo estaba formado por algunos de los países con menos compromisos multilaterales en la región y una agenda meramente comercial, marcada así desde liderazgos como el de los expresidentes Álvaro Uribe y Sebastián Piñera. Desde su fundación en 2012, la AP se había consagrado como la punta de lanza del neoliberalismo en la región y como “alternativa pragmática” frente a propuestas de integración más “políticas” como las expuestas por Venezuela y Brasil. 

Aunque la AP es muy significativa en términos regionales, con el 41% del PIB de la región y el 38% de la inversión extranjera directa que se hace en América Latina y el Caribe, podría ser mucho más redituable, no sólo en términos económicos. A pesar de contar con acuerdos comerciales muy amplios, el comercio intra AP sigue siendo muy bajo. 

En la práctica, la AP sólo ha profundizado la integración de los grandes capitales latinoamericanos con los grandes capitales mundiales, pero excluyendo a las grandes mayorías, además de estar orientada únicamente a la liberalización del mercado hacia fuera del bloque. Aún así, este intercambio también sigue siendo bajo. China representa el 9.1% de las exportaciones de la AP y el 2.5% de las importaciones.

Problemas como la falta de un secretariado permanente ocasionan que sea excesivamente dependiente de los protagonismos presidenciales. Países como Honduras y Costa Rica vienen levantando la mano para también ser parte de la Alianza. 

Una AP verdaderamente integrada y pensada para el bienestar de los pueblos de América Latina podría haber sido una contundente respuesta a la falta de vacunas en la pandemia o un mecanismo para una migración segura. Perú iniciará la nueva PPT de la Alianza del Pacífico con el compromiso de imprimirle una nueva visión social que atienda directamente las necesidades de nuestros pueblos, mejore sus condiciones de vida y promueva sociedades más igualitarias y justas.

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