Por primera vez en la historia de Ecuador, un presidente enfrentaba un juicio político por corrupción. Ante el temor de su destitución, Guillermo Lasso se anticipó disolviendo a la Asamblea Nacional, utilizando la “muerte cruzada”, una figura constitucional que permite al jefe de Estado disolver la Asamblea Nacional si considera que está obstaculizando su capacidad para gobernar, y bajo la cual hay que convocar a elecciones legislativas y presidenciales en un lapso máximo de seis meses, después de su aplicación. 

Durante su defensa en la Asamblea, el mandatario del 11% de aprobación, el peor evaluado en América Latina, mencionó reiteradamente la “estabilidad” que reinaba en Ecuador. Sin embargo, al día siguiente disolvió al poder legislativo aduciendo una supuesta conmoción interna en el país. 

Posteriormente, en una entrevista televisiva, Lasso aseguró que había tomado la decisión porque “la Asamblea tenía un macabro plan para que regrese Correa”. El mayor temor y fantasma de Guillermo Lasso y su círculo cercano se llama Rafael Correa. 

Aunque la muerte cruzada se aplicó de manera inconstitucional al no cumplir con ninguna de las causales establecidas, en los hechos, ir a elecciones y cambiar de gobierno es el mejor escenario posible para el pueblo ecuatoriano y una salida democrática y pacífica a la grave crisis. Quien gane la presidencia gobernará hasta el 2025, fecha en la cual culminaría el mandato de Guillermo Lasso. 

Ecuador atraviesa la peor ola de inseguridad de su historia, llegando a 26 homicidios por cada 100 mil habitantes —que de continuar con la tendencia, alcanzaría los 36—. El país andino pasó de ser el segundo país más seguro de América Latina en el gobierno del expresidente Rafael Correa, al segundo más inseguro de la región. El sicariato, las extorsiones, las masacres, los feminicidios, el control de la delincuencia por el territorio, el uso de explosivos para amedrentar a la población, se han convertido en hechos cotidianos. Esto se suma al desmantelamiento generalizado del Estado que alcanza a sectores como la salud y el empleo, bajo la visión neoliberal de un presidente dueño del banco más grande del Ecuador, que en plena pandemia, cuando la gente arrojaba los cadáveres a las calles por la inasistencia del Estado, batió récord de ganancias. 

Durante estos seis meses, Lasso gobernará por decreto y ya existen rumores como la privatización de la seguridad social y el regreso de las zonas francas. Será un semestre para terminar de saquear el Estado y un reto mayor para quienes ganen la presidencia. 

Se prevé que los comicios se lleven a cabo el próximo 20 de agosto, y en caso de ser necesaria una segunda vuelta, se realizaría el 15 de octubre. 

No hay duda de que el gran elector de esta elección se llama Rafael Correa. En las pasadas elecciones seccionales, la Revolucion Ciudadana, su partido, arrasó con gubernaturas y alcaldías, incluida la capital del país, Quito, y el centro económico, Guayaquil.  

Es momento de un gran acuerdo nacional que incluya a los sectores que durante los dos últimos gobiernos, el de Lasso y Lenin Moreno, han estado completamente relegados. Después de recibir un país en ruinas en 2007, la Revolución Ciudadana demostró que sabe cómo gobernar. Ya lo hizo una vez y por el bien del pueblo ecuatoriano y de la integración del continente, esperamos el retorno definitivo de la izquierda a Ecuador. 

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