Por: Gabriela Rivadeneira

Cuando anunciaron la candidatura oficial de Sergio Massa, la región se preguntó cómo el ministro de Economía de la Argentina podía ser candidato con una economía deteriorada que incluye una hiperinflación. A esto, le damos algunas reflexiones iniciales después de la primera vuelta presidencial. 

Primera, el reconocimiento de Cristina frente al pueblo argentino de los fallos desde el gobierno al no dar respuesta a las necesidades de la gente; el cuestionamiento permanente al Fondo Monetario Internacional; su infalible capacidad de comunicación política por sobre cualquier estrategia de marketing; y su visión estratégica para sostener la unidad a pesar de las diferencias ideológicas de Unión por la Patria, una apuesta por fortalecer los 40 años de democracia: postura que la ratificó como la mujer estratega más importante del continente.

Segunda, la capacidad del peronismo de poner los puntos sobre las íes: la crisis económica que estalla por el súper endeudamiento del gobierno de Macri con el FMI, una deuda pesada para el gobierno de Fernández, pero la oportunidad de Massa para demostrar su conocimiento y experticia; orden fiscal, superávit comercial, fortalecimiento de reservas y desarrollo con inclusión. Sus decisiones sobre devoluciones del IVA, bono para jubilados, eliminación de impuestos en salarios e incentivos al agro, fueron parte de un paquete de medidas económicas para contener los estragos de la inflación y revivir parte de la esperanza del pueblo argentino. Sergio Massa tomó decisiones políticas como si ya fuera presidente. 

Tercera, la madurez política de Wado de Pedro al ceder su candidatura por la unidad y la salida de la crisis argentina; asumió la conducción como jefe de campaña, lo que permitió cerrar filas desde el kirchnerismo y contener a los sectores de izquierda del peronismo.

Cuarta, la mística del peronismo, su trabajo territorial articulado al campo popular, las batucadas, las consignas, la memoria viva, las y los jóvenes que mantienen viva la llama y el legado. 

A pesar de la persecución que no ha parado por parte del sistema judicial, de la permanente batalla contra la retórica hegemónica de los medios de comunicación corporativistas, de la desesperanza y el pesimismo propio de una crisis multidimensional compleja de resolver, el peronismo, con la conducción de Cristina Fernández de Kirchner, logra pasar primero frente a la fuerza negacionista y retardataria de Milei. Ahora, la Unión por la Patria necesita conquistar cerca de cuatro millones más de votos que los obtenidos en la primera vuelta para consolidar la presidencial, en un ambiente hostil, violento y con juegos de corridas financieras permanentes por parte de la derecha. 

El necesario debate sobre lo viejo disfrazado de “nuevo” con ayuda del marketing y el proyecto necesario para la salida de la tormenta no es solo en la Argentina, es un debate regional propio de los proyectos de izquierda progresista que no logran consolidarse, una ida y vuelta de derechas e izquierdas que ponen a tambalear la estabilidad democrática de nuestros pueblos y la necesidad de quebrar las maquinarias mediáticas que actuando como partidos políticos disputan campañas electorales tanto como imaginarios posibles para el sostenimiento de las élites económicas en un sistema liberal vivo. Justamente en eso se basa la disputa del sentido común y desde los frentes populares librarla es poner en juego una urgente revolución de las conciencias. 

Como dice una de las consignas que coreamos quienes creemos en los proyectos que nacen desde los pueblos: 

A PESAR DE LAS BOMBAS, DE LOS FUSILAMIENTOS, LOS COMPAÑEROS MUERTOS, LOS DESAPARECIDOS… ¡NO NOS HAN VENCIDO!