Por: Daniela Pacheco, colaboradora de IDEAL
Durante una jornada de protestas en septiembre del año pasado contra las reformas políticas del presidente Gustavo Petro, una de las asistentes se refirió en una entrevista a la vicepresidenta colombiana Francia Márquez como “simio”. “Y el simio ese, que porque puso un millón de votos se considera la berraca (mejor) del paseo, pobre simio, los simios gobernando”, fueron algunas de sus vergonzosas expresiones. La mujer fue hallada culpable por las autoridades por el delito de racismo, pero no a cada santo, le llega su hora.
En el marco de una recuperación de América Latina por parte de los gobiernos de izquierda, los conservadores emergen nuevamente con un discurso de superioridad moral, racial, de género y de clase, en la que según ellos, nosotros, unos plebeyos pendejos, no sabemos elegir sabiamente a nuestros y nuestras gobernantes.
“Lo grave es que los imbéciles votan”, decía Maria Fernanda Cabal, congresista colombiana y vocera de ese sector de su país, refiriéndose a los votantes de Gustavo Petro, en el encuentro de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) en México, en la que la derecha y la ultraderecha se dieron cita en noviembre de 2022. “Los conservadores somos el estándar universal”, aclamaba Ramfis Domínguez Trujillo, presidente del Partido Esperanza Democrática de República Dominicana y nieto del dictador Rafael Trujillo, en el mismo encuentro. Y así podríamos enumerar un sin número de barbaridades sentenciadas como verdades universales en las que el pueblo, las mujeres, las minorías y la izquierda deben arder en el infierno.
No se trata hoy de disputar el sentido con esa derecha ilustrada que representaba los denominados valores liberales, sino de enfrentarse a las actitudes más reaccionarias e incluso al llamado neofascismo o fascismo contemporáneo.
Presenciamos el crecimiento de la derecha más recalcitrante, xenófoba y racista que utiliza a los medios y las redes sociales para esparcir su odio.
La derecha sabe defender a la democracia cuando los vientos soplan a su favor. De lo contrario es capaz de ejercer las violencias más explícitas como las dictaduras o las masacres o las aparentemente más “suaves” como la judicial y la mediática.
El espectro del fascismo parece revivir con fuerza en América Latina. La violencia y los crímenes de odio siguen naturalizándose entre quienes se sienten superiores. La condena por el crimen de racismo en Colombia contra la vicepresidenta Márquez sienta un precedente, pero habrá quienes sigan viendo a la militancia y a las y los votantes de izquierda como seres inferiores.
Esta columna fue publicada originalmente en Milenio