Por: Cinthia Wanschelbaum*
Hace ya seis meses que nos encontramos consternadxs por el triunfo de Javier Milei en Argentina. ¿Por qué ganó? ¿Cómo sostiene su legitimidad? Son preguntas que nos atraviesan constantemente en un café con amigxs, en discusiones en espacios de militancia, hasta en producciones académicas de reciente publicación. En el aniversario de los 40 años del regreso a la institucionalidad democrática la realidad ¿nos sorprendió? Con la novedad de un nuevo presidente liberal libertario y de ultraderecha elegido con los mecanismos de la democracia. Un sector importante de la sociedad argentina, de manera transversal en términos de clase, género y etarios, decidió optar, ante la crisis económica, por propuestas ultraliberales y ultraconservadoras.
Con el apoyo del partido de derecha liderado por el expresidente Mauricio Macri, el economista Javier Millei, hasta entonces una extraña celebridad de la televisión, se convirtió en el presidente del país para el período 2023-2027. De ser un personaje mediático devino en la figura más importante de la política argentina. Viniendo del Partido Libertario, creado tan solo en el año 2018, y de ser elegido en 2021 como miembro del Congreso Nacional junto con Victoria Villarruel, actual vicepresidenta, en solo dos años se transformó en el presidente del país. Y esta es una información para destacar y prestar atención en términos de enseñanzas: en tan solo dos años generó consensos político-ideológicos sustentados en horadar y reconfigurar el sentido común popular que le permitieron acceder al poder.
Aunque su mandato comenzó hace pocos meses, debido a la velocidad, la virulencia y la orientación de sus acciones, es evidente que el gobierno de Milei tiene la intención de llevar a cabo una reestructuración radical, sin precedentes, del Estado. Es su intención destruir el Estado de derecho y en ese propósito se ubica en continuidad con los proyectos políticos promovidos por las clases dominantes, específicamente con la dictadura cívico-militar-eclesiástica y el gobierno neoliberal y neoconservador de Carlos Menem. Explícitamente, Milei y su vicepresidenta Villarruel —que representa una versión revisionista y apologista de los crímenes perpetrados durante la última dictadura—, reivindican los aspectos centrales de la historia represiva y violenta de Argentina.
Podríamos afirmar también que su proyecto político, económico, cultural e ideológico es bastante claro: frente a la crisis del capitalismo, recomponer un Estado que beneficie al capital en su proceso de acumulación. Esto implica una distribución de la riqueza con altos niveles de concentración por parte de las clases dominantes y empobrecimiento generalizado de las clases subalternas. Bajo el mantra de “no hay plata”, redujeron el presupuesto para los sectores más agredidos de la sociedad, mientras promueven políticas económicas que benefician a los privilegiados de siempre.
Pero esto que estamos padeciendo lxs argentinxs no es un fenómeno aislado, ni particular y excepcional del país, aunque tiene sus propias especificidades. Procesos similares pueden observarse en otros países de América Latina y Europa. Los partidos de ultraderecha han aumentado su presencia en el mundo y han ganado espacio en los gobiernos y/o parlamentos nacionales, federales, provinciales y/o regionales.
La explicación que encontramos para entender tal ofensiva, es que estamos viviendo un período de declive histórico, de “decadencia de la hegemonía imperial”, en términos de Balibar (2022). Frente a esta crisis y la disputa geopolítica entre Estados Unidos y China, los sectores concentrados del capital y el poder salen a proteger al monstruo ante su posible colapso. El asalto al capitolio en Estados Unidos es, como plantea Ramonet (2022), el hecho bisagra que condensa esta necesidad de protección neoliberal a partir de la voluntad de destrucción de la democracia (que ahora se actualiza con el intento de asesinato a Trump). Expresa la crisis del matrimonio entre el modo de acumulación de libre mercado con el modo de dominación de la democracia liberal. En sus ruinas, el neoliberalismo está produciendo el ascenso de políticas antidemocráticas (Brown, 2020) y alimentando fuerzas y gobiernos de ultraderecha que recuperan el (legítimo) descontento y malestar social y lo traducen en propuestas que desafían y socavan los principios y mecanismos de los procesos democráticos. Como dice García Linera (2024), son tiempos infértiles para la democracia.
En la última década y pandemia mediante, han rebrotado, resurgido y se han fortalecido en el mundo y en América Latina fuerzas políticas de derecha y sus versiones radicalizadas. Estas ultraderechas pasaron de la marginalidad al mainstream. Se fueron organizando, creciendo, fortaleciendo en tamaño y legitimidad. Generaron apoyos y representaciones. Hace unos años que están dando una batalla político-cultural —así la denominan en una utilización abusiva por derecha de Gramsci– sostenida, que está teniendo resultados en términos electorales. Ámbitos como la televisión y las redes sociales son eficazmente utilizados para masificar sus posiciones e ideas. No solo lograron influir en los debates y agendas, sino también gobernar. Han recorrido y se encuentran transitando un largo camino de diseminación capilar.
Con su mística están seduciendo a grandes sectores de la población. Sustentan sus discursos con la idea de que vienen a cumplir una misión, una cruzada para salvar al mundo. Convocan, convencen, otorgan sentidos y perspectivas de futuro en un contexto donde reina el desamparo, la desilusión y la falta de utopías. Hacen mella allí donde las necesidades son más acuciantes y donde las democracias liberales realmente existentes no han otorgado respuestas y soluciones, ni tampoco lo estamos logrando eficazmente desde la izquierda. Interpretan y conectan con los enojos e inconformismos de gran parte de la población. Frente a la crisis, la devastación económica, las obscenas desigualdades, el desencanto, la pérdida de esperanza en el futuro, gran parte de la sociedad encuentra soluciones en estas falsas novedades y visiones irracionales.
Se colocan en un lugar de (supuesta) rebeldía contra el sistema establecido. Se presentan como víctimas de la clase política –la casta, en términos de Milei– y atacan a las organizaciones tradicionales de derecha, cuando en realidad son fuerzas y partidos que defienden el statu quo y los intereses de los poderosos. Poseen un discurso contra los privilegios cuando son parte de los privilegiados. Pero con esos artilugios han logrado consensos y votos transversales en términos de clase y género. La cultura de la ultraderecha se está volviendo, lamentablemente, masiva y popular.
Aparecen personajes, como Bolsonaro en Brasil, Kast en Chile, Milei en Argentina, que proponen programas violentos y demagógicos. Que articulan discursos de odio, racistas y machistas. Que reivindican las desigualdades. Que aborrecen al Estado y quieren privatizarlo todo. Que corren los límites de lo que se puede decir, pensar y hacer hacia el extremo de cuestionar los fundamentos democráticos. Son fuerzas furiosas y destructivas. Operan en los límites de la democracia porque les parece un exceso. Están dispuestos a utilizar la violencia para alcanzar sus cometidos.
Si bien este panorama puede parecer estremecedor, nuestro optimismo de la voluntad no deja de insistir con que toda esta ofensiva es la respuesta del poder hegemónico a las oleadas progresistas/de izquierda en América Latina. Milei es la expresión cruda de la disputa que está abierta en el continente a pesar del triunfo de estos perversos personajes. Nos encontramos viviendo un tiempo de mucha inestabilidad y desorientación. Estamos navegando en un mar de incertidumbres, pero que en el horizonte nos permite vislumbrar nuevas oleadas populares.
*Doctora de la Universidad de Buenos Aires en el área Ciencias de la Educación y Licenciada en Ciencias de la Educación, por la misma Universidad. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación (IICE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Investiga temáticas vinculadas a la teoría, política e historia de la educación.
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