Por: Soledad Buendía
En la historia de México, pocas figuras encarnan la lucha por la justicia social y la defensa de los derechos campesinos como Emiliano Zapata. Su legado perdura como un símbolo de resistencia, igualdad y dignidad para las poblaciones más desposeídos. Este movimiento lideró y se convirtió en una fuerza histórica que trascendió su tiempo y continúa inspirando a generaciones de luchadores y luchadoras sociales en México y en todo el mundo.
Emiliano Zapata Salazar nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, Morelos, en el corazón agrícola de México. Desde joven, se vio afectado por las injusticias que sufrían el campesinado y las comunidades indígenas a manos de los terratenientes y del gobierno. Zapata pronto se convirtió en un líder carismático y valiente, capaz de unir a hombres y mujeres en una lucha por sus derechos y por una tierra que cultivar.
La principal demanda del zapatismo era resumida en una frase que se ha vuelto icónica: “Tierra y Libertad”. Esta consigna encapsulaba la lucha del campesinado por una reforma agraria que les permitiera acceder a la tierra y a una vida digna. Zapata se convirtió en el rostro de esta causa, liderando revueltas, levantamientos armados y la creación del Ejército Libertador del Sur.
El zapatismo se extendió por gran parte del sur de México, especialmente en los estados de Morelos, Guerrero, Puebla y Estado de México. El Ejército Zapatista se caracterizó por su férrea defensa de los derechos campesinos, su organización comunitaria y su rechazo a las imposiciones del gobierno central. Una de las contribuciones más significativas del zapatismo fue su papel en la redacción del Plan de Ayala en 1911. Este documento, cuyo prólogo fue escrito por Dolores Jiménez y Muro, marcó un punto de inflexión en la Revolución Mexicana al plantear de manera clara las demandas del campesinado por la restitución de sus tierras usurpadas. El Plan de Ayala se convirtió en un símbolo de la lucha zapatista y un manifiesto para todas aquellas personas que buscaban justicia en el campo mexicano.
En el corazón del zapatismo, las mujeres jugaron un papel fundamental y muchas veces subestimado. Sin embargo, su presencia y su lucha fueron cruciales para el movimiento. Algunas de estas mujeres revolucionarias merecen un lugar destacado en la historia como Hermila Galindo, abogada y periodista, quien fue una voz clave en la lucha por los derechos de las mujeres y los campesinos. Contribuyó a la redacción del Plan de Ayala y abogó por la igualdad de género en un momento en que era una idea revolucionaria.
Margarita Maza conocida como “La Generala” fue una comandante zapatista que lideró tropas y participó activamente en las batallas durante la Revolución Mexicana. Su valentía y liderazgo inspiraron a muchas mujeres a unirse al movimiento.
Eufrosina Cruz una líder indígena zapoteca clave en la lucha por los derechos de su comunidad mucho después de la Revolución Mexicana. Defendió los derechos de las mujeres indígenas y abogó por la preservación de la cultura y las tradiciones, o Dolores Jiménez y Muro, abogada que formó parte de las fuerzas del General Emiliano Zapata como general brigadier y contribuyó en la elaboración del Plan Político y Social de Tacubaya; luchó por la libertad de imprenta; la protección y dignificación de la población indígena; la disminución de las jornadas de trabajo; la construcción de viviendas para los trabajadores y trabajadoras y la abolición de los monopolios.
Estas mujeres, junto con muchas otras anónimas, fueron pilares del zapatismo, organizando, luchando y resistiendo junto a sus compañeros. Su participación desafió las normas de género de la época y demostró que la lucha por la justicia no tiene género.
El levantamiento zapatista inspiró a otras luchas por la justicia social en México y en el mundo. En Chiapas, en 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) volvió a poner en el centro del escenario la lucha por los derechos indígenas y contra las injusticias del neoliberalismo.
En este nuevo capítulo del zapatismo, las mujeres han seguido desempeñando un papel crucial. Algunas de ellas, como la comandanta Ramona y la subcomandanta Esther se han convertido en símbolos de la resistencia zapatista en el siglo XXI. Ramona, una mujer indígena tzotzil, fue una líder carismática que luchó por los derechos de las mujeres indígenas y la autonomía de sus comunidades. Esther, por su lado, es una mujer mazahua que ha sido una voz poderosa en la lucha del EZLN por la justicia y la dignidad.
La lucha por la justicia, la igualdad y la dignidad que encarna el movimiento zapatista tiene también rostro de mujer.