Por: Daniela Pacheco
Dina Boluarte rompió un nuevo récord de desprecio de su propio pueblo; es la mandataria con la peor desaprobación no solo de Perú, sino a nivel global: solo el 5% de la gente aprueba su gestión, según datos de la consultora Datum. Sin embargo, las fuerzas de derecha del Congreso como la fujimorista Fuerza Popular —a la que salvó de ser liquidada—, la sostienen con el único objetivo de continuar cooptando el Estado.
Hablamos de una presidenta a la que poco o nada le interesa el apoyo de las y los peruanos, sino la garantía de sostener un gobierno ilegítimo, no sólo por la manera en la que llegó al poder, sino por la forma en que continúa sentada en la silla presidencial, con pactos de impunidad, a propósito de la muerte de más de 60 personas durante las protestas contra su Gobierno y de escándalos como el Rolexgate, de los cuales es directamente responsable.
Desde que tomó posesión como presidenta ha designado 52 ministros en 18 ministerios. Boluarte se transformó en la cara de la inestabilidad y la corrupción, así como de una coalición compuesta por diferentes partidos políticos que busca realizar todos los cambios legislativos posibles que les allanen el triunfo electoral en el futuro.
No en vano han rechazado todo pedido de vacancia —que ya suman seis– en contra de Boluarte, uno de los mecanismos habituales para destituir a un mandatario en Perú. Hablamos de dos poderes muy impopulares, ejecutivo y legislativo, que se protegen entre sí para no morir; una relación parasitaria.
Con un 5% de aprobación, cualquier funcionario responsable y que piensa en su patria y su pueblo daría un paso al costado, o en su defecto desde el Congreso se haría lo propio para lograr que así fuera. Existe una desconfianza generalizada y tampoco hay actores políticos que de alguna manera canalicen ese descontento generalizado de la población. Personajes como el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, con una aprobación mayor pero mediocre de cerca del 15% son los que medianamente destacan como posibles candidatos presidenciales para 2026 y su discurso es el del Bukele peruano, ¡el horror!
Cuando las movilizaciones parecían la única esperanza para un cambio en Perú, con la masacre de Estado y con una economía debilitada, ahora la gente se concentró en sobrevivir. Mientras tanto el discurso oficial es que el país no resiste más cambios pues las elecciones presidenciales, en 2026, están a la vuelta de la esquina.
Tan poderoso es el sistema económico en Perú que una mandataria puesta a dedo, sin experiencia, altamente impopular, señalada de atentar contra su propio pueblo, de corrupción, autoritaria, que apoyó el regreso del Fujimorismo, aislada en el continente, sigue atornillada en su silla presidencial en tanto permita el reparto del Estado.
Mientras tanto, Pedro Castillo continuará otros 14 meses en prisión preventiva hasta el 6 de agosto de 2025, donde no le estorbe al régimen de la ilegítima Dina Boluarte y su séquito de traidores a la patria.
*Este artículo fue publicado originalmente en Milenio.