Por: Gabriela Rivadeneira Burbano, directora Ejecutiva de IDEAL
El Ecuador de la Revolución Ciudadana fue parte del primer ciclo de izquierda del siglo XXI; los procesos de integración impulsados en ese ciclo, donde a 13 de 18 países de la región nos unía, no sólo una identidad política, sino el profundo convencimiento de que era posible transformar las estructuras propias de un sistema excluyente y desigual, al que nos habían sometido por dos siglos, profundizado por el fracaso del neoliberalismo como vía de cualquier desarrollo. El inicio de siglo fue entonces la demostración de que la izquierda puede y sabe gobernar y, mucho más, transformar la vida de los pueblos.
Ecuador pasó a ser el país con mayores y mejores indicadores de nuestra historia, el que de forma más rápida y eficiente logró disminuir la desigualdad y, con ello, la pobreza y la pobreza extrema. Un país seguro gracias a las políticas de redistribución de la riqueza, que promovió además la movilidad humana como derecho universal, los derechos de los seres humanos por sobre el capital, los derechos de la naturaleza, y la eliminación de los paraísos fiscales, propuestas que fueron presentadas en foros internacionales para sacudir las conductas tradicionalistas de las instituciones y de organismos internacionales que siguen y reproducen el sistema imperante.
Lo obsoleto de estas instituciones históricas de integración mundial y regional, nos llevaron a sumarnos e impulsar decididamente nuevos espacios de integración. La mirada estratégica de Chávez, Fidel, Néstor, Cristina, Lula, Evo, Correa, Michelle y Mujica, fue clave para determinar el nacimiento de una institucionalidad acorde con las necesidades de la América de los nuevos tiempos; hablar de recursos naturales estratégicos, de soberanía, paz, migraciones, proyectos sociales, de la nueva arquitectura financiera regional, del relacionamiento de América Latina como bloque con otros bloques mundiales, de la cooperación sur – sur y, por supuesto, de las nuevas formas de relacionamiento con Estados Unidos de Norteamérica, entre otras acciones, que dieron nacimiento y fortalecieron a organismos como el ALBA, CELAC, MERCOSUR, UNASUR, el Foro de Países No Alineados, por citar algunos de los espacios en los que confluimos con voz irruptiva.
La integración no es un eslogan, sino acciones concretas en nuestros países. Ecuador abrió nuevas fronteras de negociaciones comerciales soberanas y de venta de productos, incluyendo los que eran parte de la naciente industrialización, producto del cambio de la matriz productiva nacional; logró el ahorro de millones de dólares en la compra conjunta de medicamentos; transferencia de tecnología; cooperación en el mejoramiento del sistema educativo, y una larga lista de acciones conjuntas que, sin duda alguna, mejoraron la calidad de vida de la población ecuatoriana y que levantaron la autoestima de la gente, factor fundamental para integrarnos en nuevas formas de convivencia social.
Todo esto pasa cuando se comprende que el desarrollo de un país como el nuestro, no depende exclusivamente de las acciones internas. Lo único que produce el aislamiento es la desaceleración de los procesos de desarrollo y la sumisión a quien domina; sólo con una mirada integral e integradora podemos sostener transformaciones de mediano y largo plazo.
Con dolor vemos todos los días cómo el Ecuador es despedazado; el Presidente Guillermo Lasso no sólo nos ha llevado a la peor crisis económica, migratoria y de seguridad de nuestra historia, sino que nos ha aislado de todos los espacios que podrían en este preciso momento ser soporte y contención. Lo vemos como un turista de lujo, nulo de propuestas, “vendiendo humo” de un país imaginario que seguramente sueña desde su sillón bancario, pero que ha sido incapaz de concretar desde el sillón presidencial.
Necesitamos un proyecto de país posible. La importancia de la integración debe traducirse en mayor conocimiento y en mejores herramientas compartidas para el desarrollo. Ya compartimos una historia pasada y debemos compartir la posibilidad de un mejor futuro. Si el gobierno de Lasso no mira a la región como soporte indiscutible de la crisis provocada por el ausentismo del Estado, desde lo político tenemos la tarea de seguir apostando por la integración. Este primer trimestre del año ha sido clave para el nacimiento de algunos espacios y el fortalecimiento de otros: hablar en Cuba sobre comunicación politica; en Argentina, de memoria y derechos humanos; en México, de desafiar al sistema capitalista patriarcal en la Internacional Feminista; en Chile, de pensar y plantear un nuevo modelo de desarrollo ambientalmente sustentable para la región, en la plataforma Red Futuro; así como en diversas charlas de formación política, de administración de los Estados y de generación de liderazgos, espacios que compartí junto a grandes figuras y cuadros políticos de la región.
Porque, sin duda alguna, pensar en código regional nos amplía posibilidades de desarrollo nacional y las experiencias nos permiten reconstruirnos y proyectarnos.
Este artículo fue publicado originalmente en Nodal