Por: Daniela Pacheco, colaboradora de IDEAL
Este lunes pasado, la noticia del supuesto padecimiento del síndrome de Asperger del presidente de Colombia, Gustavo Petro, conmocionó al país e incluso alcanzó otras latitudes de América Latina. Las declaraciones descontextualizadas de su hermano Juan Fernando Petro en una entrevista a un medio de comunicación colombiano evidenciaron nuevamente lo que es el debate público en ese país, especialmente desde que ganó por primera vez la izquierda: un cochinero.
En una entrevista posterior, Juan Fernando Petro aclaró que el supuesto diagnóstico de ambos hermanos se dio “sin exámenes y sin estudios cuando eran niños” y que la primera entrevista fue editada a conveniencia, misma que se emitió en medio de los intentos de la oposición para aplicar la incapacidad física o moral permanente al mandatario colombiano, debido a sus ausencias de ciertos eventos públicos.
Aunque el supuesto diagnóstico les fue entregado a finales de los 80, cuando eran niños, esa enfermedad solo empezó a diagnosticarse hasta 1994, cuando el presidente Petro tenía 34 años de edad, y dejó de estar en los tratados de diagnósticos en el 2013, porque la ciencia la rechazó como una enfermedad específica. ¿Era tan difícil contrastar una información fácilmente verificable en internet? ¿No merecía una información confidencial, al tratarse del jefe de Estado, ser corroborada?, especialmente si se tiene en cuenta el largo historial de enfermedades y mentiras achacadas al mandatario.
Vale la pena resaltar que el Asperger es solo una condición que afecta la capacidad de socializar. Tratar de denigrar a una persona por cuestiones políticas usando el término es un paso más en la degradación del ya paupérrimo debate público colombiano.
La intención es seguir “estirando la cuerda con las dizque enfermedades de Petro” —ya anteriormente había tenido cáncer, depresión, según algunos medios de comunicación y opositores—, no pararán, no había ocurrido con ningún otro presidente, pero ganó la izquierda y parece que todo está permitido, que todo se vale.
Los arrebatos y el odio de quienes perdieron el gobierno —porque el poder lo siguen conservando los mismos de siempre— mantienen a Colombia lejos de los debates y las reformas que tanto necesita. En la discusión de los detalles de la vida familiar del presidente y de su círculo íntimo perdemos el foco de lo fundamental.
Las elecciones seccionales de octubre están a la vuelta de la esquina y los clanes regionales que han mantenido a Colombia sumida en la pobreza y la desigualdad alistan todas sus maquinarias y en algunas ciudades lideran nuevamente las encuestas, y el Asperger que no tiene el presidente ocupa las portadas.
¿Y las reformas sociales? Bien, gracias.
Este artículo fue publicado originalmente en Milenio