Por: Soledad Buendía

“.. somos una sociedad un poco más igual, le falta muchas cosas (…) pero creo que hemos dado y hemos constituido un hito fundamental en el camino a la igualdad”.

Cristina Fernández (2010) 

La aprobación del matrimonio igualitario en Argentina el 15 de julio de 2010, marcó un hito histórico no solo para el país, sino también para América Latina y el mundo. Este acontecimiento representó un avance significativo en la lucha por los derechos humanos, estableciendo un precedente para otros países de la región.  El contexto histórico de la aprobación del matrimonio igualitario en Argentina se enmarca en una serie de avances legislativos y sociales que reflejan una creciente aceptación y reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ+. Antes de 2010, Argentina ya había mostrado progresos en este ámbito con la aprobación de leyes contra la discriminación y a favor de la igualdad de género. La Ley 26.618, conocida como la Ley de Matrimonio Igualitario, fue el resultado de años de activismo y lucha de la comunidad LGBTIQ+ y sus aliades.

La aprobación de esta ley no solo legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino que también permitió la adopción conjunta y estableció la igualdad de derechos y responsabilidades para todas las parejas, independientemente de su orientación sexual. Este marco legal convirtió a Argentina en el primer país de América Latina y el décimo en el mundo en reconocer el matrimonio igualitario.

Desde una perspectiva de derechos humanos, la aprobación del matrimonio igualitario fue un avance monumental en la promoción de la igualdad y la no discriminación. Este hecho subrayó la universalidad de los derechos humanos, desafiando las normas sociales y legales que históricamente habían marginado a la comunidad LGBTIQ+. La ley reconoció explícitamente que las parejas del mismo sexo tienen el mismo derecho al matrimonio que las parejas heterosexuales, promoviendo así la dignidad y el respeto por todas las personas.

Además, la aprobación de esta ley en un país con una fuerte influencia de la Iglesia Católica fue un testimonio del poder de la movilización social y del activismo en la promoción del cambio. Demostró que los derechos humanos pueden prevalecer sobre los dogmas, las tradiciones culturales y religiosas que perpetúan la discriminación y la desigualdad.

El impacto de este avance se sintió en toda la región de América Latina, inspiró y motivó a activistas y defensores de los derechos LGBTIQ+ en otros países a intensificar sus esfuerzos para lograr avances similares. En México, la influencia de Argentina fue particularmente significativa. En este país, el debate sobre el matrimonio igualitario ya estaba en curso antes de 2010, con la Ciudad de México aprobando el matrimonio entre personas del mismo sexo en diciembre de 2009. Sin embargo, la aprobación de la ley en Argentina proporcionó un impulso adicional y un ejemplo concreto de que era posible lograr cambios legislativos a nivel nacional. Desde entonces, varios estados mexicanos han seguido el ejemplo de la Ciudad de México, y en 2015, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró inconstitucionales las leyes estatales que prohibían el matrimonio igualitario, allanando el camino para su reconocimiento en todo el país.

La influencia de Argentina también se extendió a otros países de América Latina, contribuyendo a un efecto dominó que ha llevado a la aprobación por vía legislativa o constitucional del matrimonio igualitario en Uruguay, Brasil, Colombia, Ecuador y Chile, entre otros.

Al reconocer y proteger los derechos de las personas LGBTIQ+, Argentina avanzó en su propio camino hacia la igualdad y la justicia, y también estableció un ejemplo poderoso de cómo la legislación puede reflejar y promover los derechos humanos universales. Los desafíos para los derechos LGBTIQ+ en América Latina son numerosos y complejos, reflejando una combinación de barreras legales, sociales, culturales y económicas. A pesar de los avances en algunos países, es crucial continuar trabajando hacia la igualdad plena y la protección de los derechos humanos para todas las personas LGBTIQ+, se requieren esfuerzos continuos de sensibilización, educación, reformas legales y del fortalecimiento de las instituciones que protegen y promueven los derechos humanos.