Por: Alberto Maresca

Eduardo Galeano solía afirmar que la última invasión sufrida por Estados Unidos ocurrió en 1916, a manos de Pancho Villa, en el marco de la Revolución Mexicana. A más de un siglo de distancia, la historia parece repetirse. No sólo mexicanos, sino que venezolanos, colombianos, dominicanos, haitianos, cubanos y demás migrantes procedentes de América Latina y el Caribe, parecen causar en la población estadounidense el mismo sentimiento de invasión. Para comprender el rol del voto latino en las elecciones norteamericanas, necesitamos subrayar que existe una brecha fundamental entre votantes y migrantes latinoamericanos. Si bien, sociopolíticamente, pensaríamos que los mismos comparten intereses, la realidad en EE.UU. se muestra distinta. El electorado latino, a veces mayoría demográfica en algunos estados del sur, en las últimas décadas ha virado su orientación política hacia el conservadurismo social, el ostracismo a la inmigración, y una rara visión económica de liberalismo proteccionista, en estilo reaganiano

El aspecto más importante es que este electorado mira positivamente a Donald Trump. No se trata solamente de razones históricas, como la alianza entre republicanos y opositores cubano-venezolanos en la Florida. También hay procesos latinoamericanos que han acercado buena parte del voto latino a Trump. En particular, el aplauso de la diáspora salvadoreña a Nayib Bukele, y su evidente cercanía a Trump, hace que dicha comunidad vote casi unánimemente al expresidente. Ahora bien, si la cuestión migratoria afianza el binomio Trump-latinos, hay cuestiones étnicas y demográficas que podrían jugar en favor de Kamala Harris. Los comentarios racistas de Trump, peculiarmente en cuanto a la comunidad mexicana, no han sido olvidados, sobre todo por las franjas juveniles de herencia latina. La separación de niños y familias en la frontera, el muro, y las arremetidas hacia la población migrante perseguidas en el mismo debate presidencial, alejan el voto de los jóvenes latinos de Trump. Si miramos a las políticas migratorias, las diferencias entre la administración Trump y la de Biden han sido mínimas. Cabe recordar que, como vicepresidenta, la propia Kamala Harris se ha ocupado directamente de la cuestión migratoria. Su visita a Guatemala en 2021, donde invitó a la población guatemalteca a ni siquiera emprender la travesía hacia el Norte, es un legado complejo para una tarea crucial como la regulación migratoria. Al contrario, la consolidación de una sociedad norteamericana repartida y dividida por grupos étnicos representa una ventaja para Kamala Harris, con respecto al voto latino. La oportunidad de contar con una presidenta de clase media, de herencia india y caribeña, es para los jóvenes latinos un contragolpe a la dominación anglosajona y protestante (véase el acrónimo WASP). Trump, en vez, es la personificación literal del elitismo WASP que los jóvenes latinos perciben como dominante en las esferas académicas, políticas y profesionales. 

El voto latino en EE.UU., para las elecciones de noviembre 2024, es tan importante cuanto multifacético. Dependiendo del Estado o de la condición económica, el sesgo puede presentar grandes variaciones. Florida y Texas, regiones donde la población latina, en varios condados, supera numéricamente a los anglosajones, serán bastiones del voto republicano. Sin embargo, en la costa Este de EE.UU., particularmente alrededor de grandes ciudades y santuarios migrantes como Nueva York, Chicago, y Washington, DC, la situación puede considerarse distinta. En esas mismas metrópolis, la población latina, votante o no, ha logrado una presencia social, política y económica que Trump podría afectar. Además, es relevante incluir la existencia de un electorado latino sustancialmente norteamericanizado, el cual no mira hacia las prioridades de su comunidad, sino a los célebres intereses nacionales. Por ejemplo, pertenecen a esta categoría los latinos que eligen enlistarse en el ejército. Para concluir, en el vasto multiculturalismo que abarca la sociedad norteamericana, el electorado latino toma prominencia. Mirando al actual Congreso de Estados Unidos, observamos figuras tristemente activas en la política exterior hacia América Latina, como Marco Rubio y María Elvira Salazar, exponentes de aquel republicanismo trumpista con sede en Miami. Esta tendencia, presente desde los años 1990, difícilmente irá cambiando para las próximas elecciones. No obstante, en las metrópolis costeras, las comunidades latinas comprenden la importancia de la defensa a los derechos migrantes. Representado Kamala Harris un cambio en la demografía del liderazgo estadounidense, no se excluye un apoyo latino a la actual vicepresidenta. 

Finalmente, las impredecibles elecciones en Estados Unidos dependerán, y mucho, del factor latino. El mismo compone la ventaja que Trump mantiene sobre Kamala, pero existen cuestiones tangenciales de relevancia para asistir a una transformación en el voto latino. En definitiva, las elecciones de noviembre de 2024 se confirman multifacéticas y complejas, donde América Latina impactará la política estadounidense, y no al revés. 

*Las opiniones aquí expresadas reflejan únicamente la posición de su autor.

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