Por: Soledad Buendía Herdoiza
La disputa político electoral para las mujeres es una constante a lo largo de la historia. Desde las sufragistas que levantaron su voz por el derecho al voto, la lucha por la paridad, como parte fundamental del derecho a la igualdad, y el reconocimiento de la representación en porcentajes iguales ha marcado nuestras agendas.
Las cuotas de género son mecanismos que buscan establecer una mayor presencia política de las mujeres y una mayor movilización en cargos de representación en el camino de la paridad.
Los escenarios marcados por estereotipos de género ocasionan a las mujeres políticas varios desafíos que no solo están en el ámbito social sino que permean al interior de los partidos y movimientos. Lograr disputar una candidatura unipersonal o encabezar distritos electorales implica un trabajo estratégico y sistemático. Siempre a las mujeres nos cuesta mucho más esfuerzo llegar, permanecer y disputar.
Al momento de enfrentar la campaña electoral los desafíos son distintos, por ser una mujer. Uno de los dilemas es el deber ser, simultáneamente, mostrar feminidad y credibilidad (Jamieson, 1995 apud Lawrence; Rose, 2010). Las mujeres somos, en ese caso, colocadas en una situación difícil, que es identificada por el término “double bind”.
Si una mujer se presenta como fría, calculadora y agresiva, como se espera en las relaciones políticas, corre el riesgo de ser rechazada por ser una mujer masculinizada. Si, por otro lado, se presenta bajo aspectos explícitamente femeninos, puede ser vista como inepta para los desafíos de las relaciones políticas (Holtz-Bacha, 2013, p. 48).
En este contexto la construcción social y cultural de las diferencias sexuales conlleva distintos mandatos y valoraciones sociales para cada género que marcan las campañas electorales.
Se subvalora lo femenino y se sobrevalora lo masculino, lo que deriva en inequidades, estas discriminaciones estructurales son las que debemos tomar en cuenta al momento de organizar nuestra campaña.
Una campaña requiere de información para construir la estrategia datos, encuestas, grupos focales, intención de voto y solidez del mismo, humor social, nivel de conocimiento (autoridades, opositores, contendores), problemas sociales, hábitos de comunicación
Cuando construyamos la muestra y determinemos la población objetivo es indispensable tener información diferencia por sexo y edad. Los porcentajes de la población que representan las mujeres y los hombres en el distrito electoral donde se disputa una candidatura. Pero no como una referencia poblacional, sino para responder en la estrategia e incluirlas en la propuesta. Tener una mirada particular en las necesidades de las mujeres, sus intereses, problemas y prioridades, es indispensable.
Incluir temas como la educación y la cultura, la discriminación laboral, mujeres en condición de pobreza, salud y salud sexual y reproductiva, violencia y acceso a la justicia; entre otros. Para llevar una campaña con perspectiva de género es indispensable incluir a mujeres en la toma de decisiones, en todas las fases de la campaña y en el equipo de campaña a mujeres y hombres de manera paritaria.
La propuesta o plan de gobierno debe ser elaborado en espacios amplios y participativos donde las mujeres tengan un rol protagónico, con inclusión real. El discurso debe tener lenguaje inclusivo, el verbal y el no verbal debe ser respetuoso y debe ser acompañado de una práctica coherente.