Por: Valeria Guzmán
Texto publicado originalmente en La Razón
Un amigo comentaba en redes sociales que la emoción de los zurdos por Chile era demasiado exagerada y que, más temprano que tarde, llegaría el golpe de realidad. Entre sus argumentos principales mencionaba la fuerte raigambre del neoliberalismo en ese país y la experiencia de los gobiernos de la Concertación. La intención de eso que pretendía ser análisis político era, por supuesto, antiprogresista. Buscaba con esa opinión, además, golpear al Gobierno de Bolivia y a sus afines, quienes obviamente vieron con ojos de esperanza que el mapa de la región se reacomode; de hecho, para muchas otras personas la esperanza llegó cargada de renovación y de oxígeno. Pero ¿hay posibilidades de refundar Chile verdaderamente?
La lista de las razones para un rotundo sí puede llegar a ser muy amplia. Factores internos, factores externos a las fronteras del país y el sentido de la época, entre otras cosas, pueden marcar líneas argumentativas. Pero bastará en esta ocasión para apuntar tres evidencias de que el futuro en Chile es mucho mejor que el presente y, por supuesto, es refundante.
La Constitución Política chilena, el más fuerte resabio de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet, tiene fecha de caducidad. De hecho, la presidencia de Gabriel Boric y la instalación de la Convención Constitucional son dos hechos históricos mellizos, son producto de las mismas denuncias y se han gestado juntos. En 2022 las chilenas y chilenos irán a las urnas, donde definirán mediante referéndum la aprobación de la nueva Carta Magna. Sí, la aprobación, pues no se espera algo diferente, tomando en cuenta que el 2020, más del 78% de los votantes dijeron que sí querían un nuevo texto constitucional. Hoy cursa la Convención, en la que la representación independiente, progresistas y de izquierda es mayoría. Evidentemente, ya con los resultados del mencionado plebiscito nacional, se vislumbraba la fecha de vencimiento de la derecha al mando del país, a pesar de los millonarios esfuerzos que hicieron para imponer más pesados años de pinochetismo constitucionalizado.
Además, el presidente electo de Chile ha llegado a moverlo todo. Gabriel Boric es un intelectual feminista, un probo dirigente social y, a pesar de ser el presidente más joven de estos tiempos —en su país y en la región— no es ningún recién llegado. Él habita la política, su trayectoria tiene al menos 20 años en el historial. No opinará lo mismo el análisis político conservador, que asume que la política es sólo la dimensión formal e institucional de ésta; y que en su versión más vulgar apunta a lado de Boric la palabra inexperiencia, para luego concluir que durará muy poco la ilusión izquierdista en el Gobierno. Sostengo que la experiencia más valiosa para una autoridad en estos tiempos es justamente la que ostenta Gabriel Boric. Liderazgo gremial, bagaje intelectual, compromiso social y, sobre todo hambre de futuro justo, para todas y todos, pero sobre todo para las mujeres, para los más pequeños y para el medio ambiente. Es justamente esa hambre lo contrario a la nostalgia ciertamente trasnochada de quienes se rehúsan a traer al presente a la izquierda partidaria y, por qué no decirlo, a muchos gobiernos de izquierda. Es simplemente fascinante ver tanto descoloque en el conservadurismo chileno con la impronta de Gabriel, con la impronta del Presidente.
La disposición social no se da de forma natural, cual el crecimiento de un árbol, la disposición social se pugna. Justamente por eso la política formal es performativa. Que un presidente electo haya agradecido a las niñas y a los niños en su primer discurso después de conocer su futuro, es la muestra del tipo de rayas que va a marcar en la cancha. Que Antonia Orellana, Ministra de Mujer y Equidad de Género, haya cargado en brazos a su bebé durante su presentación en público significa, entre otras miles de cosas, que buscará que ninguna mujer sea relegada por ser madre. Que Camila Vallejo, Ministra Vocera del Gobierno, haya tenido parada y abrazada a su hija durante el mismo acto ha realizado de esta manera un primer comunicado arrollador. Que Izkia Siches, Ministra del Interior, asuma esa cartera y encabece el Gabinete desde su ser norteña —en Chile donde el norte del país es el segundo patio—, su independencia partidaria y siendo hasta hace poco una “outsider de la política” según muchos medios, es la muestra de que la política ya debe empezar a mirarse desde perspectivas alternativas y, por supuesto, desde las mujeres. El futuro, idealmente, será así en todo el mundo. El Gobierno de Chile está diciéndole a la gente que todo lo que era idealizado por el statu quo simple y sencillamente no va más. O mejor, el Gobierno de Chile responderá por fin al pulso de la gente en las calles y en el territorio.
Chile se está refundando. Por supuesto que son buenas noticias para Bolivia. La expectativa es altísima, más aún luego de que el presidente Gabriel Boric le haya dicho al mundo en su primera entrevista internacional que busca trabajar codo a codo con el presidente Luis Arce y que, además, se encuentra muy cercano ideológicamente a Álvaro García Linera. Por ahora, queda claro que Chile está subiendo los estándares de los gobiernos progresistas, lo cual trae consigo la urgencia de refrescar las metas progresistas en otras latitudes.
Valeria Silva Guzmán es analista política feminista. Twitter: @ValeQinaya.