Por: Soledad Buendía
La democracia, como sistema de gobierno y organización social, ha sido objeto de múltiples interpretaciones y debates a lo largo de la historia. A continuación, se analizarán tres aspectos cruciales del concepto democrático: la democracia como ideal político, las elecciones como mecanismo de representación y legitimación, y el concepto de democracia plebeya propuesto por Álvaro García Linera. A través de este análisis, se pretende proporcionar una visión comprehensiva de cómo estos elementos interactúan y se complementan en la teoría y práctica democrática en nuestra región y en Venezuela en particular.
La democracia se define comúnmente como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Este ideal político se basa en la igualdad, la participación y la representación. Desde su formulación clásica en la antigua Grecia, la democracia ha evolucionado para adaptarse a diversas realidades sociales, políticas y económicas. Hoy en día, las democracias modernas se caracterizan por la existencia de instituciones representativas y el imperio de la ley.
Sin embargo, la implementación de la democracia enfrenta múltiples desafíos que afectan a los regímenes democráticos. En Venezuela, la Revolución Bolivariana promovió la idea de una democracia “participativa y protagónica”, en la que los ciudadanos y las ciudadanas no solo elegirían a sus representantes, sino que también participarían activamente en la toma de decisiones. Este modelo se implementó a través de diversas formas de organización popular como los Consejos Comunales, las Misiones Sociales y las Comunas. Estas iniciativas lograron movilizar a poblaciones históricamente marginadas y generar una mayor participación, por lo que fueron criticadas por sectores de derecha y ultraderecha, cuestionando la independencia de los poderes judicial y legislativo, buscando minimizar este nuevo fenómeno con profunda raigambre popular.
Las elecciones son un componente fundamental de la democracia. A través de ellas, los ciudadanos y ciudadanas eligen a sus representantes y participan en la toma de decisiones políticas. Las elecciones sirven como un mecanismo de legitimación, ya que proporcionan a los gobernantes un mandato para ejercer el poder.
Existen diferentes tipos de sistemas electorales, como el mayoritario, el proporcional y el mixto, cada uno con sus ventajas y desventajas. Un sistema electoral eficaz debe garantizar la representación justa de la voluntad popular y la estabilidad del gobierno. No obstante, las elecciones también pueden ser objeto de manipulación, lo que socava la confianza en el proceso democrático. En nuestra región, cuando los partidos y movimientos de derecha pierden, usan, de manera recurrente, la muletilla del fraude, buscando desestabilizar y sembrar el caos, y un ejemplo claro es lo que busca la derecha venezolana frente al triunfo electoral de Maduro este 28 de julio 2024.
Para profundizar sobre este contexto, citamos a Álvaro García Linera, sociólogo y político boliviano, que ha desarrollado el concepto de “democracia plebeya” para describir una forma de democracia que va más allá de los marcos institucionales tradicionales. Según García Linera, la democracia plebeya es una democracia de los movimientos sociales y de las clases populares, que se caracteriza por una participación directa y activa de la ciudadanía en los asuntos públicos.
Este concepto se basa en la idea de que la verdadera democracia no puede limitarse a la mera representación electoral, sino que debe incluir la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones. La democracia plebeya se opone a la democracia elitista, en la que las decisiones políticas están controladas por una élite económica y política.
En la práctica, la democracia plebeya se manifiesta a través de asambleas populares, consultas ciudadanas y otras formas de participación directa. García Linera argumenta que este tipo de democracia es más inclusiva y representativa de las necesidades y aspiraciones de las clases populares y los movimientos sociales.
En este orden de ideas, la democracia, entendida como un ideal político y un sistema de gobierno, se enfrenta a múltiples desafíos en su implementación. Las elecciones, aunque cruciales para la legitimación de los gobiernos, no son suficientes para garantizar una democracia plena y efectiva. En última instancia, para fortalecer la democracia y hacerla más inclusiva y representativa, es necesario combinar mecanismos de representación electoral con formas de participación directa y activa de la ciudadanía. Solo así se podrá avanzar hacia una democracia que realmente sea del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
La situación actual de Venezuela plantea importantes lecciones sobre los desafíos de construir y mantener una democracia en contextos de alta polarización y bloqueo económico, donde solo esa participación activa y directa a través de la movilización pacífica consolidará el triunfo de Maduro y la voluntad del pueblo venezolano en una democracia incómoda para algunos.