Por: Soledad Buendía Herdoíza, colaboradora de IDEAL
La frase “lo personal es político” constituye, en esencia, una reivindicación de la lucha feminista de la segunda ola (1945-1979) contra el patriarcado como sistema sociopolítico y su autoría es del movimiento feminista radical.
Su uso encarna una posición política que la activista estadounidense Kate Millett, en su libro Política sexual (1970), planteó para desnudar las relaciones de poder al señalar el terreno de lo privado como núcleo central de las desigualdades de género basadas en la subordinación. Para esta autora “el sexo es una categoría social impregnada de política”.
Los roles y mandatos de género establecidos socialmente han confinado por años a las mujeres a la esfera doméstica. El mandato de la feminidad alienta a las mujeres a ocuparse del cuidado, y el de la masculinidad impulsa a los hombres hacia reforzar su rol de proveedor con actividades fuera del ámbito privado. Simultáneamente, un aspecto del mandato de la masculinidad, la virilidad entendida como resistencia, fuerza y valentía; mientras que, por su parte, un aspecto del mandato de la feminidad, la abnegación origina que la mayoría de las mujeres busquen realizarse emocionalmente vía la negación de su deseo o el sacrificio personal.
En general, estos mandatos están naturalizados y no nos detenemos a pensar sobre ellos. Así, las personas no se cuestionan ciertas situaciones de discriminación y opresión, precisamente porque los mandatos están insertos y aceptados socialmente.
Hoy, esta consigna, este grito de guerra feminista, que nos pertenece a todas, a quienes compartimos su esencia, recorre y da sentido profundo a múltiples propuestas académicas, sociales, culturales y comunicacionales en toda la región.
Las antiguas y nuevas batallas son retomadas para movernos hacia otro tipo de interacción, menos opresiva y más justa; es indispensable visualizar y retomar nuestras consignas en todos los espacios posibles, dándoles sentidos que impulsen y develen las diputas a enfrentar.