Por: Daniela Pacheco

No es posible hablar de las graves consecuencias de la Segunda Guerra Mundial sin mencionar a Hitler, así como tampoco podemos referirnos a Cuba sin hablar de bloqueo; son casi intrínsecos. Desde hace sesenta años, la isla vive sometida al bloqueo económico más largo de la historia, acompañado de agresivas campañas mediáticas, presión política y una guerra cultural incesante. No en vano, esos sesudos periodistas utilizan imágenes de Egipto y Buenos Aires para justificar la existencia de un estallido social.

Nadie podría —o debería— atreverse a negar el bloqueo, aunque algunos políticos endebles y otros periodistas propagandistas intenten explicar lo que sucede en Cuba, al margen de las restricciones impuestas por el Tío Sam. Tan evidente y complejo es el escenario que, el mes pasado, 184 países en el pleno de la Asamblea General de la ONU, rechazaron esta larga campaña de hambre, exceptuando a Estados Unidos y a Israel, por obvias razones. Donald Trump y, posteriormente, Joe Biden, intensificaron la dureza de sus imposiciones en plena pandemia: restricciones para adquirir medicamentos e insumos médicos; para conseguir refacciones para el transporte y energía eléctrica; trabas para adquirir alimentos, e impuestos exorbitantes a los bienes que ingresan o salen de la isla. Aun en esas condiciones tan adversas, Cuba ha sido el único país del continente capaz de producir su propia vacuna contra la COVID-19.

Lo anterior no niega que puedan existir algunos descontentos de un cierto número de personas y que sus petitorios sean legítimos. Seguramente, habrá muchas cosas que pudieron hacerse mejor, como las medidas para la unificación cambiaria, el posterior disparo de la inflación que generó un alza generalizada de precios; el déficit fiscal; y errores de gestión macroeconómica. Lo que resulta irrisorio es hablar de esos problemas, desechando voluntariamente la intervención norteamericana como origen de estos. Se erigen de jueces de Cuba apoyados en la saña de la prensa internacional y el lobby del sur de la Florida; tweets repetidos, cuentas automatizadas y hashtags sin contenido de cuentas de personajes famosos; magnificando un descontento y disfrazándolo del sentir de todo un pueblo para después, quién sabe, justificar una intervención militar que pueda terminar con el dizque estallido que ellos mismos fabricaron. Al igual que su intervencionismo en varios países centroamericanos, la política exterior de los Estados Unidos es cáncer y dizque cura al mismo tiempo.

Les preocupa el pueblo cubano cuando les sirve para lavarse la cara de sus miserias e incapacidades internas, porque cuesta reconocer que un país comunista, sometido a semejantes atropellos y que representa una amenaza para la hegemonía capitalista, goce de sistemas universales de salud y educación públicos y gratuitos, derechos laborales dignos, y reconozca la desigualdad como un problema estructural que no depende de la voluntad de los más condescendientes. Quieren llevar toda una batalla ideológica en un espacio digital y resumir la heroica historia de un pueblo en fotos falsas. Si les preocupa tanto la vida en Cuba, no antepongan su miseria humana para justificar lo injustificable, lanzando llamados de auxilio desde y hacia su propio verdugo.

Milenio: https://www.milenio.com/opinion/daniela-pacheco/columna-daniela-pacheco/sos-cuba

Deja un comentario