Por: Nuria Giniger*
El hartazgo y la bronca por la situación social dramática fueron contenidos durante los años del gobierno de Alberto Fernández (2019-2023). En la pandemia, la derecha ubicó que —ante el aislamiento preventivo— podía robar el histórico concepto de libertad, para organizar la oposición al gobierno. Sus protestas callejeras fueron respondidas por parte de los sectores populares cumpliendo a rajatabla el aislamiento, aún a costa de la desorganización. Salimos de la pandemia inmersos en una crisis económica fenomenal, con una deuda externa con el FMI legitimada, sin ninguna transformación, siquiera en el sistema sanitario. Nos quedamos sin programa y cuando quisimos recuperarlo, ya era tarde: la crisis de representación política empezaba a dar señales y terminó de estallarnos en la cara con la falta de reacción popular ante el gatillazo a Cristina.
La distancia entre las propuestas políticas y las necesidades transformadoras de las mayorías, dividió en tres tercios electorales una sociedad fragmentada en mucho más que tres partes.
La crisis de representación y el poder económico-mediático construyeron una figura extravagante, que ganó finalmente el balotaje, con ascendencia en un sector de las masas enojadas, que verdaderamente creen (con fe) que la destrucción de las instituciones estatales es la respuesta a la crisis que limita sus posibilidades individuales de consumo y movilidad social. Milei dijo que quería eliminar al Estado y a “la casta”, en la lucha contra el comunismo y el colectivismo, para liberar las fuerzas productivas en pos del bienestar. Este argumento trilladísimo de la derecha increíblemente ganó las elecciones.
Crisis global sin salida sistémica
El capitalismo global atraviesa una crisis que combina la caída sostenida de la tasa de ganancia, los límites de la descentralización productiva mundial y la forma de organizar el trabajo (particularmente para el abastecimiento de los países centrales); la decadencia del imperialismo norteamericano; la emergencia de China como potencia económica mundial; la crisis climática; guerras mundiales. Las consecuencias de la forma neoliberal de organizar el mundo se ven en lxs millones de hambrientxs y sin hogar, y sobre todo, en la falta de expectativas de futuro.
Las salidas a la crisis que se debaten, oscilan entre: 1) la profundización del globalismo imperialista yanqui, basado en las instituciones de Bretton Woods aggiornadas con la Agenda 2030, representado por Biden; 2) la propuesta autoritaria, divisionista, “antiestablishment” (anti-casta), xenófoba, con organizaciones “libertarias” (de neofascistas, nazis, blancos y varones), representada por Trump; 3) la emergencia de los BRICS como nuevo bloque de articulación entre países, que pretende configurar relaciones internacionales, por fuera del imperialismo norteamericano.
Milei se ubica en la segunda versión, pero con la particularidad de que lo hace desde un país subalterno, con una burguesía siempre alineada con los intereses imperialistas, sin proyecto autónomo; pero tiene el desafío de mostrar un experimento de ultraderecha (fascista en su forma y ultraliberal en su contenido) exitoso para el Sur Global.
La contradicción con “la casta”
El proyecto de Milei se propone eliminar al Estado: desfinanciarlo, privatizar o cerrar todo lo que no tiene utilidades potenciales y despedir a miles de trabajadores. Sin embargo, el gobierno de Milei —mal que le pese— es un gobierno de coalición con “la casta”: a los partidos políticos (o fracciones) del establishment y las grandes empresas, el Estado les garantiza sus negocios, les proporciona los consensos y les otorga la tranquilidad de reproducirse. La intención históricamente sostenida de eliminar derechos laborales y sociales es un objetivo que los sectores dominantes argentinos buscan, al menos, desde la dictadura genocida. Pero eso no implicó hasta ahora la eliminación del Estado.
Esta contradicción se vio con la disputa alrededor de la llamada Ley Ómnibus, que Milei intentó aprobar en sesiones extraordinarias del Congreso. La orientación general de la ley era disolutoria de todos los derechos y garantías, mientras que reforzaba la extranjerización y la transferencia de riquezas a la gran burguesía. Este enfoque totalitario de la ley hizo que aparecieran contradicciones de distinta índole y en distintos temas (sociales, culturales y económicos), que incluso diputadxs representativxs del poder no toleraron. Lxs funcionarixs de Milei demostraron una torpeza en las reglas de juego de la política parlamentaria notoria, ¿porque no saben o porque quieren demostrar desdén ante las normas democráticas y republicanas? En todo caso, independientemente de si hay impericia o desprecio, lo que quedó claro es que, en el afán destructivo del Estado, hay un sector del establishment que vive del Estado, que hace negocios con la democracia y que no va a permitir tan fácilmente que la república se disuelva así como así.
Divide y reinarás
Otra de las estrategias de disolución estatal que Milei puso en marcha, tiene que ver con la unidad nacional. Desde la reforma de la Constitución Nacional neoliberal, que otorga la propiedad de las riquezas del suelo a las provincias (junto con la transferencia de los sistemas de educación y salud públicas), se consolidaron procesos de autonomización regionales, que hoy entran en tensión en el proyecto libertario.
La balcanización es un proceso de descomposición de las unidades estado-nacionales, desde la caída del Muro de Berlín, que se desplegaron de distinto modo en el mundo, al tiempo que se configuraron “mercados comunes” en la lógica neoliberal. Frente a la experiencia Nuestroamericana de la primera década del siglo y con la crisis de 2008, esto entra notoriamente en crisis (por ejemplo, con el Brexit) y deja al descubierto estados nacionales profundamente fragmentados, con enormes dificultades de unificación, en donde los regionalismos son fomentados al mismo tiempo por sectores populares periféricos hartos del maltrato de las metrópolis, como por sectores burgueses que ven en su autonomía un florecimiento de sus negocios.
En este contexto, Milei atacó de frente a los gobernadores provinciales, amenazándolos con dejarlos sin presupuesto, ni coparticipación ni recursos federales, si no se acoplaban a sus iniciativas. Basados en el poder de las burguesías regionales (mineras, agrícolas, portuarias, etc.) —subordinadas a la estrategia imperialista—, los gobernadores mostraron sus dientes y pusieron en tensión la estrategia libertaria.
Reventar el peso argentino
En medio de la crisis del imperialismo norteamericano, con los ensayos de los BRICS de comerciar por fuera del dólar, la propuesta libertaria tiene el objetivo de dolarizar. En el marco del ultraliberalismo alineado con EEUU, es coherente. No obstante, el mundo unipolar no existe más.
Con el estado crítico de la economía argentina, el proyecto de dolarización, que —no sin debate— es apoyado por la gran burguesía argentina, requiere de una inyección enorme de dólares. En la especulación de Milei, esos dólares vendrían de la cosecha récord de este año, aunque para eso debería dejar de confrontar con las provincias agrícolas y con los intentos de subir retenciones a las exportaciones.
La dolarización favorece sin duda a los exportadores y a la economía extranjerizada. Para quienes producen en Argentina —las pyme que emplean a la mayor cantidad de trabajadores—, la dolarización es la sentencia de muerte. Esta medida de entrega de soberanía, consolida una estructura económica primaria, limita el desarrollo industrial y encarece los bienes y servicios en dólares, pauperizando a la población trabajadora, cuyos ingresos disminuirían (pero con la fantasía de cobrar en “verdes”).
El obstáculo que tiene Milei, no obstante, no es sólo la falta de dólares, sino la existencia de regulaciones y derechos laborales, que no le permiten depreciar drásticamente el precio de la fuerza de trabajo. El intento de flexibilización a través del DNU fue suspendido primero y luego declarado inconstitucional. La resistencia del movimiento sindical argentino se vio desde el primer día del gobierno de Milei y no parecieran encontrar modos de disciplinamiento (ni aun, por ahora, con la represión).
La principal contradicción es con el pueblo
Estamos en un momento bisagra de la humanidad. El capitalismo no logra satisfacer las exigencias vitales de todxs lxs habitantes del planeta, pero no aparece con claridad para las mayorías un proyecto social que nos permita construir una sociedad no capitalista. Y como dijo Gramsci, aparecen monstruos. Sin embargo, en la Argentina, el intento libertario de cumplir el sueño del fin de la lucha de clases (por eliminación), se topó rápido con la voluntad de resistencia de organizaciones sindicales y políticas populares, que tienen en su historia mucha calle recorrida.
Estamos ante una contradicción de tiempos: Milei precisa tiempo para llevar adelante su experimento ultraderechista para el Sur Global y el pueblo requiere tiempo (de lucha y organización) para evitar que ese experimento se estabilice y construir una alternativa al capitalismo.
Frente al robo ultraderechista de la idea de libertad, tenemos en nuestras manos la liberación como arma de futuro, que nos permita distribuir equitativamente las riquezas y tecnología; construir un mundo donde prime la autodeterminación de los pueblos, en unidad, donde no haya imposiciones que acrecienten la desigualdad, la fragmentación, ni la destrucción del planeta; que garanticemos el acceso a las necesidades humanas, sin despilfarro. Hay un futuro posible, si reconstruimos un proyecto de unidad plurinacional y asumimos el lugar protagónico que nos otorga a los pueblos la historia.
*Nuria Giniger es argentina, Doctora en Antropología Social de la UBA, investigadora del CEIL-CONICET y docente de FSOC-UBA. Secretaria General de ATE CONICET Capital y vocal del Consejo Directivo de ATE Capital. Colaboradora del Instituto para la Democracia Eloy Alfaro IDEAL.
Este artículo se publica en colaboración con Nodal.
Retrata la realidad de muchos países de nuestra América.
Muy buen artículo .