Por Soledad Buendía

El futuro de nuestro continente y del mundo estará cada vez más en manos de las mujeres, y no como revancha histórica, sino como eje de una era distinta, con la heredad de luchadoras como Dolores Jiménez y Muro, redactora del prólogo del Plan de Ayala, ascendida a generala por Emiliano Zapata, y quien diría en el tiempo convulsionado de la Revolución Mexicana que “no existe para mí otra influencia que la de mi conciencia”. Con mujeres guerreras como Manuela Sáenz, Policarpa Salavarrieta, Juana de Ibarburu, Rosa Campusano y muchas más que permanecen invisibles. 

Construir procesos de transformación de nuestras sociedades, volverlas incluyentes y solidarias, requiere reflexiones en diversas dimensiones, y una de ellas es, sin duda, los derechos y la participación política de las mujeres.  Karol Cariola, política y dirigente feminista chilena, plantea este análisis desde su propia experiencia política y sin dejar de señalar el largo recorrido de las luchas de las mujeres por sus derechos. Karol Cariola puntualiza la construcción del quehacer político desde la vivienda de una mujer política comunista y joven, caracterizándola como una lucha contra el sistema, un sistema capitalista y patriarcal; un sistema que ejerce dominación sobre las mujeres y sus cuerpos.

Desde una perspectiva histórica, entender esta dominación implica recuperar los aportes de la teoría feminista que la enmarca como el resultado de un orden político cultural. Este proceso se instaura con la formación del Estado Moderno y la aplicación androcéntrica del principio de igualdad a través del desarrollo del concepto de ciudadanía, que reconoce los derechos de participación en el espacio público a hombres con patrimonio, es decir, a los “dueños” de una esposa, hijos, criados y bienes. 

Con las luchas emprendidas por las sufragistas en el mundo y en América Latina en particular, se escuchan las voces de mujeres dentro de los movimientos sociales para ejercer su derecho al voto, cuando en muchos países todavía la educación era un privilegio masculino, al igual que la ciudadanía plena. El pensamiento único, dominador y excluyente utilizó a la ciencia y a la religión para naturalizar la primacía del varón sobre la mujer, reforzando un discurso que justificaba la marginación de las mujeres a roles socialmente establecidos en el ámbito de lo privado.  Esta primacía que, para la antropóloga Rita Segato (2003) es el mandato de masculinidad, ha organizado y jerarquizado la vida social desde la hegemonía del varón y se constituye en una de las causas de la desigualdad y de las formas que adoptan las prácticas de violencia de género.

Para Karol Cariola, como para muchas feministas latinoamericanas, la lucha por los derechos políticos de las mujeres está ligada a la resistencia contra todas las formas de violencia que se ejercen en un contexto de orden patriarcal en el sistema capitalista. La violencia contra las mujeres, apunta Cariola, se manifiesta de muchas maneras. Una de ella es la invisibilización: “el no estar a lo largo del relato de la historia de nuestros pueblos —y eso no es casualidad—, da cuenta de las categorías de género con el objetivo de la dominación y la opresión. Las mujeres hemos sido postergadas, anuladas en nuestros distintos roles y tareas”.

El ejercicio de las diversas formas de poder y de dominación implica el uso de la violencia de forma sistémica que se mantiene y perpetúa por su naturalización en la sociedad. Roxana Arroyo (2004) plantea que “no son vistos como una forma de violencia sino como una manifestación propia de la cultura o como prerrogativas de grupos en ejercicio de diversas formas de poder”. Así, las mujeres estamos expuestas a la dominación patriarcal a través de múltiples mecanismos de sometimiento como el físico y sexual, que no son menores, y que se suman a otras formas de violencia que no pueden ser divididas, pues deben ser entendidas, como se ha señalado, como manifestaciones de una violencia estructural de género.

El feminismo hoy trae al debate la necesidad de conceptualizar el rol de la colonización desde el poder. Las luchas interseccionales que cuestionan la universalidad de un único sujeto femenino, traen a la luz cómo la dominación del patriarcado se expresa aun con mayor fuerza en las mujeres pobres, indígenas y con discapacidad.

“Hoy las mujeres hemos decidido levantarnos retomando las luchas, estamos en un momento de acumulación histórica donde la desigualdad, la prepotencia, la violencia y la anulación ya no son posibles, ya no tienen espacio. Los esfuerzos se vienen haciendo desde hace muchos años atrás”, nos dice desde su praxis Cariola; una muestra de ello es la Convención Constitucional paritaria en Chile y, en ella, la incorporación de las primeras naciones, a partir de escaños reservados, que busca cambiar la Constitución “pinochetista” y generar otros espacios de democratización.

El rol de lideresa en estos contextos ha sido muy difícil, tener un espacio, el tener una voz activa, vigente y en igualdad de condiciones, ha resultado muy complejo. En este relato nos vemos reflejadas millones de mujeres de toda Latinoamérica. “No basta con estar, se requiere estar y tener las condiciones necesarias para desarrollarnos. Es ahí donde persiste el problema pues las expresiones culturales del patriarcado están profundamente arraigadas en nuestra cultura política. Por eso nos cuesta tanto la participación política en Chile; apenas en el 2006 se implementaron iniciativas para establecer una ley de cuotas, que tuvo sus efectos en las elecciones parlamentarias del año 2016, lo que permitió pasar en la representación de mujeres del 16% al 22%. Sin embargo, la participación política no puede ser solo un número, debe garantizar condiciones distintas de la democracia”.

Las reivindicaciones y la resistencia se han ejercido desde las mujeres en el ámbito social pero también al interior de los partidos políticos que reproducen lógicas de dominación y postergación de sus cuadros femeninos, por lo que “evidentemente, el camino nos ha sido cuesta arriba”.

Finalmente, podemos señalar que quedan muchos caminos por recorrer, muchos conceptos por deconstruir, así como generar debates y discusiones entre todas y todos para que los procesos de transformación incluyan a las mujeres como actoras políticas fundamentales. Qué bueno poder tener espacios para hacerlo, donde con franqueza y rigurosidad y desde el quehacer político, desde la experiencia que enriquece la práctica, podamos soñar de manera colectiva.

La feminización de política solo puede transformar la desigualdad estructural de manera real si está vinculada a la lucha en territorio, al trabajo popular incluyendo a los diversos sectores, y escuchando sus voces y articulando su acción política. 

Cierro retomando a la líder chilena Karol Cariola que nos ha acompañado a lo largo de estas reflexiones diciendo que “¡hemos estado tantos años calladas que ahora no nos para nadie!”.

Referencias

Arroyo, R. (2004). La violencia contra la mujer como producto de una violencia estructural. /En/ Módulo de Violencia. ILANUD. San José, Costa Rica.

Cariola, K (2021). Derechos políticos de las mujeres. Conferencia Curso Mujeres, poder y política en América Latina, impartida por el Instituto IDEAL. Segato, R. (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Universidad Nacional de Quilmes. Buenos Aires.

2 Comentarios

  1. Primero agradecer la oportunidad de participar en este Curso, mismo que se me habilitó desde ayer, sin embargo tuve oportunidad de participar de Karla Carriola. El análisis realizado y los temas planteados muy coherentes. Precisamente para que en la actualidad las mujeres tengamos mayor participación y protagonismo es consecuencia de muchos años de lucha de los movimientos de las mujeres.

    Me parece que es muy necesario que hagamos un recorrido por diversas experiencias que hemos vivido las mujeres politicas para poder participar, obviamente sigue pendiente un amplio a debate para la llegada real de las a los cargos de elección pluripersonal ya que la mayoría de Partidos y Movimientos Políticos siguen impulsando las listas presididas por varones.

  2. Los gobiernos autoritarios que han existido a lo largo del tiempo en nuestro continente han sido causantes de que no exista una igualdad de género, estas causas constituyen una premisa para construir procesos de transformación en nuestras sociedades; promoviendo de tal manera la búsqueda en la equidad de los derechos y participación política de las mujeres.
    De acuerdo al análisis planteado por Karol Cariola plantea que una manera de hacer política femenina parte desde un hogar que es pastriarcal en el que se da la invisibilización de las mujeres y todo aquello considerado como “femenino” creando una desigualdad de género.